[ Blue ]
«La noche era fría. Una calle oscura, un garito con luces de neón anunciando servicios varios de señoritas. Dentro, un ambiente más cargado. Olía a tabaco, olía a alcohol, pero sobretodo olía a sexo.
Una luz tenue ambientaba el local, excepto en los escenarios donde los focos bailaban iluminando a las diferentes chicas mientras estas se desnudaban en proporción al dinero que les entregaban. Las chicas finalizaron y se apagaron los escenarios. Toda la luz y toda la atención se posó en la plataforma central. Eran las tres de la madrugada, hora punta en el local, se acercaba el momento del mejor show de toda la noche.
Empezó a sonar el ritmo lento y provocador, a la par que una niebla blanca envolvió el escenario mientras una figura femenina hacía su entrada moviéndose sugerentemente al ritmo de la música. Poco a poco aumentaba el ritmo de la melodía y el vaivén de las caderas lo seguía. Por un momento todo cesó, la música, el movimiento, la luz, todo. Sonó un tambor, los focos parpadearon iluminándola silueta aun envuelta en niebla para dejarla a oscuras de nuevo. Luego siguió el ritmo de los demás tambores sonando uno tras otro, y otro y otro.
La música de nuevo volvió, era la misma melodía del inicio, eróticamente propicia para el garito, pero más acelerada, mientras la niebla desaparecía como absorbida por el escenario. La figura por fin se hizo visible. Una mujer con una larga cabellera color azul eléctrico estaba de espaldas en la plataforma con un conjunto ceñido negro moviéndose al son de la música. Fue acercándose a la barra metálica que llegaba desde el techo hasta una esquina del escenario. Ágilmente saltó rodeándola con las piernas para agarrarse sin usar las manos, pues estas las tenía ocupadas desvistiéndose. Tras un rato “jugando” con la barra, volvió al centro del escenario para deleitar a los que tan atentamente observaban con diversas piruetas en el suelo. Para entonces ya sólo vestía ropa interior.
De espaldas al público, se hizo visible la obra de arte que le cubría medio cuerpo. Un dibujo de un dragón blanco y azul parecía volar en su espalda debido a sus contoneos. La chica asomó su cabeza entre las piernas mientras estaban estiradas. La mayoría del público centraba su mirada en aquel trasero terso, pero si alguno hubiera querido ver algo más, se habrían encontrado con unos enormes ojos verdes que reflejaban… … en realidad, era imposible saber qué reflejaban exactamente esos ojos.
Si alguien hubiera conocido realmente a esa bailarina, hubiera sabido que ese cuerpo no se había formado en gimnasio ni en ninguna escuela o academia de danza. Ese cuerpo era el resultado de muchos, muchos, años de duro entrenamiento, más años de los que cualquier humano normal pudiera recordar. Pero ella, no era una humana cualquiera, ni su vida había sido o había durado –sin contar lo que aún le quedaba – lo mismo que la de cualquier humano.
Pero nadie conocía bien a esa bailarina. Algunos sólo la habían visto en el escenario, otros –no muchos– tuvieron la gran oportunidad de haberla conocido… pero sólo en la cama. Sin embargo, sus encuentros amorosos nunca fueron parte de su trabajo, pues ella sólo bailaba…, el resto era por placer. No le gustaba que nadie se creyera con poder sobre ella o su cuerpo. Le gustaba disfrutar, por supuesto, eso nunca lo negaría, pero cuando y con quien ella decidiera. Alguna vez, algún cliente había confundido su trabajo, pero a ella no le molestaba, educadamente lo enviaba a cualquiera de las otras chicas que sí daban esos servicios. Nunca había tenido problemas por eso.
En el local eran como una familia, ella nunca había tenido una familia tan numerosa, de hecho solo tenía un “familiar real” y en algunas ocasiones la echaba de menos. Seguramente por eso estaba tan a gusto en el bar, tenía hermanos, hermanas, primos, incluso hasta padre, pues Javi –que así se llamaba el dueño del local– hacía las funciones de padre para muchas de las chicas. Por edad seguramente a ella le tocaría hacer las funciones de bisabuela por lo menos, pero ahí nadie conocía su edad real, así que Javi hacía también las funciones de padre para ella… Pero nadie conocía bien a esa bailarina.
Ella siguió bailando y encandilando a todos los espectadores, pues tras los segundos iniciales, sus senos estaban al descubierto y sus manos recorrían lenta y sinuosamente su cuerpo haciendo subir la temperatura del local hasta ver como muchos de ellos se movían intranquilos en sus asientos buscando con la mirada señoritas libres para desahogarse en algún reservado o en algunas ocasiones en el mismo lugar en el que estaban. Era innegable, le divertía ver cómo los hombres son tan básicos y fácilmente manejables… pero de pronto, sintió una mirada en particular sobre ella… porque le hacía recordar a… no, no podía ser posible…, pero era una mirada penetrante que la hizo sobresaltar en tan sólo una milésima de segundo, por lo cual su reacción pasó inadvertida para los lascivos espectadores de su danza. Ella giró aprovechando la barra mientras hacía un escrutinio con la mirada de todos los asistentes… pero ninguno llamó su atención en particular. La danza seguía y su cuerpo serpenteando con el ritmo… hasta el final del show. La música llegó a su fin y la muchacha salió del escenario, en medio de aplausos, exclamaciones y esas propuestas vanas de amor que algunos ebrios sueltan sin más ni más.
Entró en su camerino, que era más bien su casa, puesto que gracias a Javi ella ocupaba todo el tercer piso del garito; y se dirigió hacia la ducha… En verdad necesitaba ese baño pues, aunque estaba acostumbrada, a veces se excitaba en sus espectáculos y hoy era una de esas “veces"… no había podido evitarlo, porque la mirada que sintió en el escenario le hizo recordar a él… a su mejor amigo… y que, por azares del destino, en una oportunidad amante… No era excitación sólo por la evocación sexual… No…, Era el recuerdo de momentos compartidos y vividos, de experiencias que dejan esa impronta en el alma y que muchas veces atormenta la psiquis de los humanos… y mientras se quedaba en sus devaneos su agudo sentido del oído percibió un ruido en su sala… cerró sus ojos para concentrase mejor y empezó un detallado reconocimiento de todo lo que la rodeaba: el agua…sí, el agua; luego el ruido de la calle, las bocinas, las risas de las “damas de compañía” del piso de abajo… su propio corazón… y nada, nada más que sobresalga… No, allí estaba ese ruido otra vez…Sí, el ruido de alguien acomodándose en el sillón de la sala… ¡¡¡Joder!!! ¡¡¡Intruso en la casa!!! … Tomó un suspiro y con una agilidad más que felina saltó de la ducha sin poder percibirse siquiera el menor ruido por la acción, tomó de entre sus ropas del piso un gancho de cabello que por fin dejaba ver su verdadera naturaleza: una finísima daga que en sus manos era, a todas luces, un arma mortal… Poco a poco gira la perilla del baño y mira hacia el corredor que da a la sala… aún desnuda, pensó que así podría controlar mejor sus movimientos y no ser percibida, y paso a paso, haciendo menos ruido que el aire y con ese tatuaje de dragón en la espalda que parecía tener vida propia a cada paso que daba, daga en mano, iba hacia la sala… y al llegar… nadie. Nadie… Giró velozmente su mano empuñando la daga hacia arriba y allí estaba él, con la punta del arma en la yugular mostrándose impávido, frío y totalmente calmado diciéndole:
Blue se quedó en silencio unos segundos… se levantó y se acercó hasta Larn hasta ponerse frente a frente.
– Todos los trabajos que me conseguiste, han hecho que pueda mantenerme en forma con todas mis habilidades intactas… Incluso aún me ayudas para que el pacto con mi madre siga vigente más tiempo… Pero dime… ¿Cómo dices que me estimas si sólo te veo una vez cada año, y de manera tan imprevista…?
Larn la miró tiernamente, la abrazó y luego de darle un beso en la frente le dijo:
Larn se aproximó a la ventana y Blue no pudo frenar la broma de rigor:
Y Larn saltó de la ventana hacia el callejón dejando a Blue con la nostalgia de no saber cuándo ver una cara familiar de antaño, y una nueva misión entre manos. Caminó hacia su dormitorio y tras su ropero, activó una falsa pared que escondía un arsenal de armas propias de la más equipada guerrera.
– Bueno…, es hora de trabajar… - murmuró para sí misma.»
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