«Llegaste y te sentaste junto a mí,
para recordarme que no me dejarás,
que te gusta dormir en mis brazos,
quitarme las horas de sueño,
vestirte de mis suspiros y llantos ahogados.
Pero no quisiste venir sola.

La llamaste a ella, tu eterna compañera.
Para que sonría locamente en mi rostro
y me seduzca nuevamente,
convenciendo a mi frágil espíritu
de encamarnos los tres como antaño y volvernos uno.

Y desde ese día ustedes no se quieren ir.
Ahora soy el hijo pródigo del vacío,
de la lágrima escondida y del rayo de Luna
perdido en la nube nocturna.

Heme aquí, a sus pies,
sujetos de este nudo en la garganta que me quema.
Al menos mientan, bellas Tristeza y Soledad.
Díganme que regresaron porque me extrañaban,
aunque a ustedes, yo no.»

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 02/nov./2016



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