[ Athena ]

~ Relato sexual explícito ~ 


«Domingo. Y otro año más. “Un año más vieja” pensó para sí, mientras sonreía de medio lado. Aunque era su cumpleaños, el día no había tenido nada de extraordinario. La misma irritante tonada del teléfono – que como todo el mundo, fungía también de despertador – la había levantado cuando aún no salía el sol. Abrió los ojos y miró el techo por un momento, mientras tomaba conciencia de que era su cumpleaños. Tenía que ir a trabajar y la flojera, como era habitual de martes a domingo, a las cinco de la mañana, vino a visitarla con puntualidad inglesa. Otro año más. Pero a diferencia de años anteriores, ésta vez decidió rebelarse a la rutina y no apurarse en llegar temprano al trabajo. “¡A la verga mi jefe…!”, se dijo mientras intentó dormir otra vez… pero por más vueltas que daba a la cama ya era imposible. Su cuerpo se había acostumbrado a levantarse todos los días a esa hora, así que por más que quiso, no pudo conciliar sueño otra vez. “Ni modo” dijo entre dientes y se dirigió al baño para ducharse y despejarse. Se quitó sin cuidado el polo que usaba para dormir y lo lanzó hacia su cama. Hizo lo mismo con sus bragas, que quedaron en el piso, al lado de la ducha.

Otro año más. Como todos los mortales, Athena dejó que le asaltaran todos los pensamientos del mundo a la vez mientras se bañaba. Pensaba en el alquiler. Pensaba en la cara de culo que pondría su jefe por llegar tarde al trabajo. Pensaba que era otro año más que estaba sola. Pensaba que quería tener una pareja y que no había podido encontrarla a sus ahora treinta y tres años. Se imaginaba el tono de voz que detesta de su tía diciendo “Ay hijita, que tienes que tener hijos antes que se te pase el tren…”. Pensaba… en la película porno de anoche… esa que hizo que se le pusieran los pezones erectos y que no pudiera evitar cruzar las piernas por la calentura que tenía en las entrepiernas. Sintió el calor llegar a su cabeza y anidar en su cabellera negra como la noche, larga y ondulada, que le daba el toque de mujer determinada y media salvaje… que iba muy acorde con su forma de ser: esos modos del que los machos huyen a esconderse con la pija entre las piernas y que solo los hombres de verdad encuentran atractiva, como leona retando al valiente que la quiera domar. Y el calor ya la tenía bajo su mando. Estaba en su piel…, pero en especial, en su mente. Por instinto empezó a frotar la esponja de baño sobre sus pechos, grandes y generosos para su talla. Los empezó a masajear lentamente, y aunque la caricia que les daba era al inicio por aseo, luego empezó a derivar en algo más. Recordaba la escena de sexo de la película: la actriz con marrocas en las muñecas, sin moverse, colgada del techo, mientras el actor le lanzaba azotes con una fusta, dejando marcas en sus nalgas sin hacerla sangrar, pero suficiente para hacerla gritar… y con gritos de placer, no de dolor, pidiendo más “Harder!” en inglés gritaba la rubia mientras el actor detenía el castigo para comerle el coño con ganas… y luego retomar el castigo. Las manos de Athena se movían por inercia, mientras ella, con los ojos cerrados, se hacía prisionera de su propia ensoñación. Con la izquierda se acariciaba los pechos, y con la derecha frotaba, lentamente, sus labios vaginales y hurgaban en ella misma buscando el clítoris hambriento de brindarle más placer. Las gotas del agua rozaban su espalda y ella imaginaba que era una lengua que deseaba probar su piel… y las manos, no se detenían. Mientras pellizcaba sus pezones ya el dedo medio de la otra mano exploraba sus interiores… húmedos… calientes… y no por el agua de la ducha. Ya no sabía si recordaba la porno de anoche o sólo divagaba en sus propias fantasías ¡Cómo le calentaba la idea de ser dominada y sometida! ¿Era masoquista? ¿"Sumisa", como decía título de la porno? Eso no importaba ya. Intentó succionarse uno de sus pezones – como toda actriz porno cualquiera – e imaginó como sería ser tomada por detrás, en su virgen ano… ¡Ese tenía que ser su regalo de cumpleaños! “La mejor follada del mundo” pensó, cuando la luz se fue del departamento de improviso, lo cual Athena no hubiera notado por estar inmersa en su placer si el agua no hubiera cambiado de temperatura abruptamente a frío y le cortara, con desgano, su cercano orgasmo.

Carajo…” masculló, y a regañadientes terminó de enjuagarse el sudor de la piel, que ya se había vuelto uno con el agua de la ducha por la paja que se había estado dando. A tientas tomó una toalla y fue a levantar la llave de luz que se había bajado de manera automática, quizás por esas fluctuaciones de energía que siempre pasan pero uno nunca sabe por qué. Con la toalla acomodada, y el nudo bien metido entre las tetas, Athena se preparó un café. “Happy Birthday, to me”, se dijo con una sonrisa. Recordó que hoy se iba a aparecer el dueño de la empresa así que descartó los jeans por el conjunto negro formal, pero entallado. Suspiró al verse de costado, porque a pesar de tener busto generoso, sus nalgas eran pequeñas. “Llegué tarde a la repartición de culos” se dijo riendo, y sin más, se fue al trabajo. Otro año más…, pero no importa cuando hay que trabajar.

Athena llegó al hotel donde trabajaba como recepcionista, obviamente tarde. Contra todo pronóstico, y como si el destino supiera que era su cumpleaños, el administrador; su jefe; no había llegado por sentirse mal de salud, según le dijo Andrés, el portero. Saludó a doña Natalia y a doña Gabriela, que ya estaban aseando el vestíbulo y después de marcar su tarjeta, se ubicó en su sitio. Todo parecía estar en calma, como si el aburrimiento fuera el único huésped. Se preparó otro café, y se sentó en la recepción para tomarlo, mientras cambiaba la ventana de la laptop. ¿Qué hace todo trabajador frente a una computadora mientras no hace nada en su horario de trabajo? Lo mismo que Athena: revisar Facebook. Así que accedió ver si alguien le había dejado algún saludo madrugador. Y no se equivocó. Su muro tenía las clásicas fotos de flores, carteles de buenos deseos y una que otra foto de pastel. “Pinches avaros…, Deberían comprarme la torta en vez de darme ganas de comer una” pensó, y tenía el mensaje de su mejor amiga, que le había mandado la foto de un consolador grande con tachones con el mensaje: “Para que te metas ésta vela y tengas un feliz día de verdad”. Athena se tapó la boca para no carcajear. “Pinche perra…, Te adoro” se dijo mientras calmaba su risa… y luego un mensaje más, que necesitaba de aprobación para hacer aceptado. No era, obviamente, de alguno de sus contactos, pero decía en el asunto: “Feliz cumpleaños Athena”. No debía abrirlo. No sabía quién era el remitente. Pero la curiosidad mató al gato, y lo abrió. No tenía remitente válido, sólo el nick de Demon. “Uff – se dijo –. Otro imbécil más que seguro vio mi escote y cree que puede ligar conmigo”. Y aunque podía disgustarle recibir mensajes así, por otro lado le divertía contestarlos, para mandar a la mierda al baboso de turno. “Hombres… – murmuró – siempre pensando con el pene”. Hizo el click de rigor para poder largarlo no sin antes escribir: “¿Te conozco acaso de algún lado?”, e inmediatamente los puntos negros que significaban que el desconocido estaba en línea aparecieron. Un sorbo de café para matar la espera y el texto por fin surgió:
– “No, no me conoces, pero sé perfectamente quién eres tú”.
Ay no… – dijo entre suspiros Athena – Otro idiota más…
“No.” – continuó el texto en la pantalla de manera casi inmediata –, “No soy otro idiota más”. Athena se sorprendió: miró alrededor y no había nada sospechoso. La ventana tragaluz no le hacía visible y los botones estaban viendo las noticias en la televisión. Las señoras limpiaban y Karen, la asistente chismosa del administrador, seguía con su ritual de coquetear a Mario, el ascensorista que hacía físico–culturismo. Revisó la cámara web de la laptop para ver si estaba encendida, pero no… cuando la alerta de mensaje la hizo ver la pantalla otra vez:
– “No. No hay cámaras. No hay micrófonos. No hay espías. Soy tu regalo, Athena”.
¡Por la puta madre! – gritó Athena y todos voltearon a mirarla. Roja de vergüenza solo atinó a decir a sus compañeros casi gritando: – ¡Perdón! ¡Me acabo de enterar que mi hermana se está divorciando! – Ni siquiera tenía hermana, pero la mentira hizo que todos regresaran a lo suyo. “¡Qué carajos es esto!” pensaba Athena mientras el nuevo mensaje decía:

– “No pierdas la calma Athena. Solo lee… Lee… Léeme, cada palabra…” – Athena sintió los ojos cansados, pero aun así siguió leyendo: 
– “No. No te asustes. Incluso sé que acabas de mentir a todos diciendo una idiotez como lo de tu hermana… Sé que te rodean todos tus compañeros de trabajo, así que quédate sentada y tranquila en tu escritorio y lee…, porque son para ti estas líneas… ¿No crees que debemos seguir donde te quedaste… allí, en la ducha…, ésta mañana…, mientras jugabas con tus tetas y te metías los dedos en el coño...? Sentías muy rico, ¿Verdad? Ya de recordarlo estás húmeda" – y el extraño no se equivocaba, pues a pesar de estar aletargada, el coño de Athena reaccionaba ante el recuerdo mientras seguía leyendo:
– "Así que recuerda eso Athena: hay gente alrededor. No puedes gritar. No puedes gemir. Aunque tu coño se está calentando más y no puedes decir ninguna palabra, pero tu cuerpo ya está emanando calor. No puedes evitarlo ¿Verdad, pequeña zorra?" – No. Athena no podía evitarlo. La lujuria se había apoderado de ella sin más:
– "Aprovechemos el momento, zorra…" – leía Athena, sin poder dejar de hacerlo: – "Eso…, Así…, Cruzas las piernas lentamente, de manera inconsciente, tratando de ocultar tu coño húmedo. Necesitar meterte el dedo, ¿Verdad?" – Athena sólo atinó a asentir con la cabeza, como en estado de trance – "Lo deseas, locamente… – la saliva se acumulaba en la boca de Athena, mientras su mano, lentamente bajaba hasta su falda –. "¡Detente!" – prosiguió el mensaje en la pantalla –, "No te he dado permiso de tocarte." – y Athena se detuvo, obediente, pero muy en el fondo sentía ira por hacer caso –. "Podrás maldecirme…, pensar que me odias, pues escucho a tu mente, porque te jode más que no esté ahí: a tu lado; pero vas a sentirme…" – y Athena sintió la piel erizarse, como si unas manos empezaran a tocarla.
– "Aquí estoy… A tu lado… Etéreo… Besando tus hombros…" – Athena sentía la piel hervir –"Respirando en tus oídos…, de pie, detrás de ti… Mis manos jugando con tus deliciosos pechos... Chupando y mordiendo tus pezones, de la misma manera como te gustaba la idea en la ducha… Siente mis dedos torcer esos pezones tan erectos que desean explotar… Tu piel no puede negar lo que estás sintiendo ahora… Tu coño no puede aguantar más… Sientes esa cálida gota solitaria salirse de tu caliente coño y escurrirse por las bragas…" – Athena sentía desfallecer:
– "Calla. Calla, zorrita y quédate quieta. Oculta de los ojos de la gente toda la lujuria que sientes. Tienes que controlar tu cuerpo ardiente... ése que toco ahora… Siente cómo mis manos bajan hacia tu vagina…, cálida…, húmeda…, Sí… Te veo… Mueves el culo en la silla por lo caliente que estás… Te estás mordiendo los labios… Ya sientes que mojas el asiento y ahora puedes sentir el aroma de tu coño deseoso…" – y en verdad su propio aroma llegaba a Athena – "Ahora estoy aprovechando tu escritorio cerrado… Abre las piernas, zorra…" – Athena obedeció:
– "Te llevas el dedo a la boca discretamente… Lo muerdes para evitar el gemir, mientras el deseo te recorre completa… en cada parte de ti Eres mía Athena Eres mía. Tu cuerpo es mío. Harás lo que te digo…" – Athena asiente la cabeza, ya totalmente fuera de sí, con la vista perdida.
– "Ahora tus dedos me obedecerán ¡Quítate las bragas!" Athena se desliza ligeramente en el asiento, de manera imperceptible en el aburrido vestíbulo y se quita la ropa interior, la cual termina enredada en su tobillo derecho –, "Tus dedos serán mi lengua…" – por inercia, Athena lleva sus dedos hacia su vagina –. "Así… Juega con tus labios primero… Acaríciales, como si yo los lamiera… Dales una pequeña torcida, como si estuvieran entre mis dientes… Repite… Otra vez… Otra vez… Ahora la yema de tu dedo, como la punta de mi lengua… Sí… Sobre tu clítoris… Frótalo lento… Sin apuro… No son tus dedos: es mi lengua encima de él… Ahora inserta dos dedos: el índice y el medio… Eso es Despacio…" – Athena se muerde los labios al sentir sus dedos dentro – "Muévelos lento… Muy lento… Así… Buena niña…. Sigue así… Ahora separa los dedos sin sacarlos de tu coño…" – Athena dio un pequeño brinco sentada, por acto reflejo –, "Sí… Ahora pasea esos dedos dentro de ti como si fueran los míos… Recorre las paredes de tu coño… Está hirviendo… e hinchado. Sientes tu coño hinchado por dentro… Te quieres venir, pero no lo harás… No debes, porque me perteneces… Ahora eres mía… – Athena seguía cada instrucción sin dudar – "Ahora gira tu mano: Deja que al anular de un masaje a ese espacio entre tu coño y tu ano… Si… ¿Resbala? Son tus jugos saliendo… Voy a darte todo el placer que deseas sentir, Athena… Athena…
– ¡Athena! – El grito de su nombre despertó de golpe a Athena. Era Karen. – ¿Qué te pasa mujer? ¿Estás bien? – Athena no podía decir palabra alguna. Sólo atinó a mirar como fuera de este mundo.  ¡Estás roja! ¿Tienes fiebre?  Athena sólo asintió con la cabeza.  Pues vete a tu casa, Total, hoy parece estar todo tranquilo… Anda, coge tus cosas y vete. – Athena musitó un “Gracias”. Se agachó y recogió sus bragas y las ocultaba en su puño mientras Karen le decía a doña Natalia: – Tía Nati, Athena se irá a casa por estar enferma… Aprovecha en limpiar su escritorio que parece algo se ha derramado, porque he sentido un olor terrible…

Athena recobró en parte la conciencia. Cogió sus cosas y se fue del hotel. Paró un taxi para llegar a casa y olvidar lo que había pasado. “¿Qué carajo ha sido todo esto?” es lo que se decía en la cabeza durante todo el viaje… Y tan preocupada estaba que no se había puesto las bragas de nuevo, por lo cual el chofer iba lento, disfrutando cada semáforo en rojo para deleitarse en el espejo retrovisor del sexo expuesto de Athena, quien por pura monería se lo había afeitado para sentirse igual que una actriz porno. Y Athena seguía ensimismada… absorta. ¿Había sido un sueño acaso? La alarma del teléfono la hizo paralizarse. El sonido era inequívoco. Era otro mensaje. Pero esta vez Athena no contestó… no quería. Estaba aterrada. Llegó al edificio donde vive y quiso pagar al taxista, pero éste se negó, dándole por respuesta “Ya estoy bien pagado”. Athena no entendió y decidió entrar antes que el taxista se arrepintiera. Subió las escaleras, pues no quiso tomar el ascensor. Nerviosa, con las manos temblorosas, entró al apartamento. Vio la puerta del baño abierta y no dudó en despejarse con una ducha. Se desnudó rápidamente y tomó el baño, sintiendo como el agua reconfortaba y las gotas se llevaban al drenaje los miedos y dudas. Había alucinado. Había tenido un ataque de alucinaciones. ¡No podía ser otra cosa…! Al menos, no podía dejar de ser así, se repetía Athena. Terminó de ducharse y fue directo a su cama… y, agotada, se quedó dormida.

***

Un cosquilleo en la pierna la despertó. Intentó abrir los ojos pero no podía ver ¡No podía ver! ¿Estaba ciega acaso? No… al agitarse su respiración sintió la tela sobre sus ojos. Al querer quitársela se percató que estaba atada a su cama. “¡Carajo…!”  pensó , “¡Me han secuestrado!” Pero no era así. Quiso levantarse, pero tampoco podía mover los pies. Sólo pudo escuchar el tintinar de las cadenas finas que eran el interior de la barra metálica que le separaba los tobillos, dejándola con las piernas abiertas y completamente expuesta.

Así que no te gusta obedecer, ¿Eh?  Athena no podía reconocer la voz. Movía la cabeza a los lados, en señal de querer entenderlo todo.  No contestas los mensajes… No haces caso… Athena empezó a colegir:
¿Demon?  La fusta cae con precisión en la entrepierna, dejando el calor de la piel irritada. Athena maldijo por el dolor.
Lord D, para ti, de ahora en adelante…
¿Quién carajos te crees hijo de…  la frase se interrumpe por otro golpe de fusta, sobre el mismo lugar y más fuerte que el anterior.
Dime tú ahora quien soy. La respuesta ya la sabes.  Athena sentía la piel como si la hubieran quemado, como hacían con las putas en la edad media. Era obvio a dónde iba todo esto.
Eres Lord D…  otro latigazo más, pero en la entrepierna contraria.  U… Usted es Lord D…
Buena niña…  y Athena empezó a sentir unos labios suaves y amorosos en sus golpes, como caricias que apaciguaban el dolor. Eran de una calidez única, incluso tierna. Y sin más, Athena sentía la respiración de este hombre sobre su sexo. Aspiraba fuerte, como si quisiera percibir todos sus aromas, y exhalaba lento sobre su vulva. Bastaron estos segundos para que el pulso de Athena se acelerara. La excitación había surgido otra vez, aunque ella quería detenerla a como dé lugar. Pero D ya lo había notado, así que sin ningún preámbulo empezó a lamer el sexo depilado de Athena. Lentamente, sin apuro, como el texto en la mañana… como decía en el computador del hotel.
Lord…  Un palmazo sobre su vulva la hizo saltar y dar un grito.
Modales, zorrita… Modales… Pedirás permiso para hablar. Pedirás permiso para sentir. Pedirás permiso para correrte. No olvides lo que leíste. Eres mía Athena. Eres mi zorra.
Pero…  otro palmazo más en su vulva  P… Permiso para hablar… Lord D…  la lengua cálida empezó a recorrer su vulva suavemente, como caricias en su coño hinchado. La sensación era extraña, tanto como lo que vivía, pero ello le estaba gustando a Athena. Sin evitarlo, su coño se humedecía más que la saliva que D ponía en ella, y casi con terror, pero con ansiedad, Athena sintió la punta del cuero de la fusta acariciar su vulva, mientras ella se mordía los labios.
Permiso concedido, zorrita.
¿Por… qué…. Yo…? – El placer que sentía la hizo tartamudear.
Por que sí. ¿Recuerdas tu deseo hoy en la ducha mientras te corrías la paja? Te dije que soy tu regalo…
¡Eso es impos….! – La punta de la fusta cae sobre la hinchada y salivada vulva, haciendo que el dolor y el placer se mezclen de forma única.
No cuestiones. No me cuestiones ¿Entendiste?
Ss… Sí, Lord… – la punta de la fusta empezó a recorrer lentamente el coño húmedo, caliente e hinchado de Athena.
Dilo bien, o seguirá el castigo…
Sí… Sí mi Lord D…
Buena niña…

Athena, aún vendada, percibió que D estaba subiendo a la cama, debido al colchón que cedía ante el peso extra, y los dedos taparon la nariz de Athena. No podía respirar y por inercia abrió la boca. Momento exacto para que al soltarle la nariz, una polla dura entrara en su boca, mientras sentía las manos de D coger su cabeza y marcar el ritmo de la mamada. Los dedos de D se aferraban a la rebelde y larga cabellera de Athena, entrelazándose con las ondas grandes de su cabello mientras tiraba de él. Athena ya no atendía a lógica alguna, solo sentía el glande golpear sus amígdalas y los testículos rebotar en su barbilla. Ya por inercia, su lengua se paseaba, masajeando aquel miembro dentro de su boca. D, seguía moviendo la cabeza de Athena. La separaba por momentos, para dejarle respirar y luego seguía follándole la boca. Por ratos, D le ponía la polla en un lado, haciendo que su miembro sobresalga por la mejilla de Athena, para darle pequeñas palmadas en sus mejillas mientras la felicitaba diciendo que era una buena niña, o que sentía muy rica la lengua de su zorrita. Athena sentía el miembro de D hincharse dentro de su boca, y lo sentía cálido y terso. Athena ya había encontrado placer en tener la boca llena de la pija de D, y cual niño con su chocolate favorito, lo paladeaba y saboreaba con gusto. Athena movía la lengua más rápido y chupaba más fuerte. Quería el semen de D dentro de su boca. Pero no sucedía. Sentía el miembro caliente e hinchado, pero no salía ni una puta gota. Como si leyera su pensamiento, D, la reconfortó:

No zorrita. No se va a acabar así.

Ni bien terminó de hablar, D, le quitó la venda de los ojos y con ella amordazó su boca. Athena pudo verlo por fin: era un hombre delgado, un poco mayor que ella, cabellera larga y un tatuaje extraño en el brazo. No era fornido, pero ella ya había probado su fuerza en la palmada sobre su coño. Su pene… su pene curiosamente no era muy desarrollado, pero, para Athena, le pareció en ese momento el miembro más bello que la naturaleza le haya dado a hombre alguno. Athena, que estaba siendo amordazada, se dejó hacer en silencio y moviendo la cabeza de manera cómplice para que la anudaran mejor. Una vez con la boca tapada, D caminó hacia la nevera en silencio y sacó una pequeña fuente con hielos. Puso la fuente en el velador y tomo uno de los hielos, dejando caer gotas sobre el cuerpo de Athena. Primero sobre sus pechos… luego, sobre su vientre. Athena, por acto reflejo deseaba moverse para esquivarlos, pero seguía atada a la cama, por lo que todo esfuerzo era inútil; aunque notó el brillo en los ojos de D cada vez que ella intentaba liberarse. Las gotas caían una a una… lentamente, mientras D le decía:

Para refrescar tu ardor, zorrita…

Después de haber gastado un par de hielos en este ritual, D cogió un tercero y empezó a jugar con él sobre los pezones de Athena. La piel reaccionaba inmediatamente y ante cada pezón erecto, D lo lamía…, lo mordía…, lo besaba… y lo succionaba, asiéndose firmemente del generoso busto de Athena. Y si un pezón osaba reducir su tamaño, D lo golpeaba de manera sonora, haciendo que el deseo de Athena creciera cada vez más…, y más…, y más. Al derretirse el hielo, D miró a Athena quien tenía los ojos desbordantes de lujuria. Athena necesitaba recibir cariño en su coño, que cada vez ardía más de deseo de ser tocado. D lo sabía y tiernamente le preguntó:

¿Tu coño está solo, verdad, mi zorrita? – Athena asentía con la cabeza y mirar suplicante – No te preocupes mi adorada zorrita… tu Lord está aquí para complacerte. – Y dicho esto D empezó a masajear lentamente el coño de Athena. Suavemente, lento, en círculos, poniendo con la parte de la palma presión sobre su clítoris. La humedad de Athena se hizo visible pronto y D aprovechó para darle otra palmada en el coño. Athena saltaba, aún atada, de dolor y placer. D sonreía, mientras introducía el dedo corazón. Ella estaba caliente, húmeda… luego el dedo índice…, y empezó a moverlos dentro del coño de Athena… Despacio, sin prisa, como si hiciera un mapa de su coño y no quisiera perderse detalle alguno. Con el dedo pulgar empezó a presionar el clítoris de Athena, quien, sintiendo placer absoluto, por inercia empezó a mover las caderas facilitando a D la paja que le estaba dando.

¿Así es que a mi zorrita le gustan mis dedos? – Athena asentía rápido con la cabeza, mientras la habitación se empezó a llenar de gemidos detenidos por la tela, del titilar de la barra que sujetaba sus tobillos y del aroma de su sexo gozoso. Athena sentía que iba a correrse, cuando D se detuvo abruptamente. Athena, a falta de voz para reclamar emitía sonidos guturales y su mirada reclamaba su derecho a venirse. No le importaba recibir más azotes ¡Sólo quería correrse! Una bofetada suave de D le cortó todo reclamo.

No zorrita. Te vienes cuando yo te diga que ten vengas. – Luego de unos segundos, D regresó a su faena, pero esta vez, sus dos dedos no sólo penetraban el coño de Athena. D los separaba y hacía que las puntas de ellos tocaran en simultáneo diferentes partes de las paredes del coño de Athena, mientras hablaba con toda la paciencia y calma del mundo: – A ver… veamos… La A… No… ésta es la C… ¡Ajá! Creo que es la E… Entonces esta debe ser la F… – Y por cada letra que pronunciaba, D usaba el pulgar para presionar con movimientos circulares el clítoris de Athena, hasta que sus dedos se juntaron dentro otra vez. Los dobló en forma de gancho y empezó a masajear la parte posterior del clítoris, que ya estaba hinchado de tanto placer… – Veamos ¿Es ésta tu letra G, zorrita? – Athena sentía desfallecer. ¡Era su maldito punto G! ¡Y D jugaba con él a su antojo! Athena se movía frenéticamente, aunque ella misma sabía que no se movía para detenerlo, sino para gritarle a D a todo pulmón “¡Sí… hijo de puta! ¡Ese es! ¡¡Ese es!! ¡Sigue! ¡¡Sigue!!” pero la mordaza la tenía a merced de D. El orgasmo se anunciaba, cuando D retiró sus complacientes dedos y empezó a lamerlos, como si de un helado se tratase. – ¡Qué deliciosa eres zorrita! Mmmm… Delicioso sabor… – Athena miraba suplicante. El deseo la controlaba por completo. Movió la cabeza incluso tentando alcanzar y probar su propio sabor.

Bueno zorrita, creo que ya es hora. – D tomó la barra que sujetaba los tobillos de Athena y la movió hasta el busto de ella, dejándola a su merced, quien regresó a lamer y palmear el coño de Athena hasta que ella sintiera a punto venirse. D se detuvo y luego apoyó las piernas inmóviles de ella sobre su pecho, para tener la facilidad de jugar con su pene erecto sobre el coño de Athena. Ella pedía a gritos, que no salían de su boca, que la metiese. Estaba más que ansiosa y lista por recibir la pija de D y que la folle de una buena puta vez, pero él frotaba su pene, introducía el glande y lo sacaba de la vagina. Luego de unas cinco veces, D finalmente la penetró. Aunque la humedad de Athena hacía que su miembro entrara con facilidad. Una vez dentro la vulva de Athena era un ser aparte que deseaba succionar por completo el pene de D, lo que le daba la sensación de estrechez que D disfrutaba con cada embestida. A pesar de la incómoda posición, D se las ingeniaba para palmotear los senos de Athena mientras él movía las caderas, haciendo que su glande marcara las paredes del coño de ella, y aunque Athena trataba de apurar la copula, porque deseaba venirse de una buena vez, D, por el contrario, bajaba el ritmo, haciendo que ella sintiera casi como una tortura no venirse.

D, para aligerar la lujuria contenida a fuerza en Athena, le liberó las manos, a lo que Athena, por instinto, se aferró a la espalda de D, clavándole las uñas en la piel mientras movía las caderas. Sintiendo D que Athena alcanzaba el orgasmo, se retiró de ella y tras un pequeño forcejeo, ya que ella no quería que D salga de su coño, él la tomó de las muñecas y se las ató al frente. Athena no entendía qué pretendía D, pero él la recostó boca abajo, con su culo pequeño pero firme, hacia arriba. D guió los dedos de Athena hacia su propio coño y la orden no demoró en ser acatada:

Córrete la paja, zorrita. – Los dedos de Athena empezaron a jugar con su coño, totalmente húmedo, con las entrepiernas que ya no dolían de la fusta del inicio, pero ardían por la sal del sudor y por el calor de los fluidos que brotaban de su vagina. Y mientras ella se masturbaba, D empezó a lamer su coño, mientras ella mantenía sus propios dedos jugando dentro. D le tomó las muñecas, y él mismo hizo que ella se metiera tres dedos en el coño, y le mostró el ritmo a seguir.

Zorrita: Pase lo que pase, no dejes de hacerlo. – Athena obedeció sin dudar, y una vez que tomó control del ritmo de sus dedos, D empezó a besar las nalgas de Athena, y a darle de palmazos fuertes en cada nalga. Athena, cumplía la orden, pues no dejaba de masturbarse. D, viendo que Athena cumplía con lo dispuesto, la felicitó con una ternura que hacía que Athena se sintiera amada por ser tan obediente. D dejó de darle de nalgadas una vez su piel adquirió un tono rosáceo, ante lo cual empezó a lamer el ano de Athena y jugar con sus dedos dentro de él. Athena se perdió entre sensaciones disfrutando de los placeres que recibía su virgen ano mientras sus dedos jugaban en el coño.

Ya estás lista, mi amor… – ¿"Mi amor"? ¿D le dijo "Mi amor”? Antes que tuviera conciencia de ello, D penetró su culo con su pene hinchado y duro, mientras sus huevos rosaban los dedos de Athena, que no soltaban su coño por nada mientras le daba de nalgadas halagando su estrecho, cálido y húmedo ano. D apoyó un pie sobre el cuello de Athena, quien tenía el rostro enterrado en la cama mientras era culeada por él y sentía que el orgasmo se avecinaba… sensación que había tenido ya varias veces durante el día.

Ahora zorrita… Córrete… Puedes hacerlo… – dijo D mientras halaba de la cabellera negra y salvaje de Athena, a la vez que deshacía el nudo que amordazaba su boca. Bastó sólo que D terminara de hablar para que Athena se corriera dando un grito salvaje. Era como si todos los orgasmos hubieran salido a la vez, rasgando su alma y haciéndola temblar mientras daba el primer squirt de su vida. D, no dejaba de culearla mientras musitaba:

Joder… Me vengo…
Sí mi lord D… ¡Lléneme…! Lléneme el culo… Su zorrita quiere que le llene el culo…

Después de unas embestidas más en el culo de Athena, D se vino y ella sintió el recto arder y quemar por el semen caliente de D… y a pesar de que fue D quien se corrió, Athena adoptó la corrida de D como suya. Sentir sus fluidos dentro de ella la llenaron de gozo absoluto mientras D liberaba sus tobillos. D la besó en la espalda y le susurró:

¿Te gustó tu regalo? – Athena solo atinó a sonreír como una niña que habían mimado y movía con inocencia pueril la cabeza. Sintió los brazos de D alrededor de ella y quedó dormida profundamente.

***

Lunes. Athena despertó sola en su cama. Sin D, sin esposas, sin vendas. Era su día de descanso y vio en el celular muchas llamadas perdidas de sus amigos. Mensajes de cumpleaños primero y luego los comunes: “¿Pasa algo?” o “Llama por favor, estamos preocupados”. ¿Fue acaso todo un sueño? ¿Habría perdido la razón? ¿Era ese su verdadero deseo? Pero la noche con ese extraño fue inolvidable. No tenía marcas en la piel, pero la entrepierna y la vagina las tenía ardiendo, y el culo… adolorido. Fue al baño y se desnudó frente al espejo. Cogió el listón de su bata y con ella se cubrió los ojos.

¿Quién soy? Soy tu zorrita, mi Lord D. – dijo Athena mientras terminaba de anudar el listón.»

[ FIN ]


© Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ | Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 03/feb./2017





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