«Tormentas que son presas
de la calma carcelera.
Rostro inexpresivo que carga luto,
llenando con rastros de sal, 
los labios alimentados de lágrimas,
que la lengua traga con amarga saliva,
para no olvidar el origen 
de nocturnas cascadas de tristeza.

Cortinas de humo plateado 
cubren el rostro del ángel caído,
alejando a los ojos mortales su rostro.
Escondiendo con precaución 
los remanentes de fragilidad, 
mientras las espadas afiladas 
esperan ansiosas el momento del error, 
para la crucifixión del pecado encarnado.

Buscará eternamente el demonio,
entre silencios y la nada,
la silueta de aquella mujer, 
la ternura del otrora susurro de gozo, 
el labio mordido, la cabellera salvaje.
¡Pero mírenlo! ¡No tiene alma que trocar 
por cualquier recuerdo que aplaque el vacío de la ausencia!. 
Solo carga marcas de milenios en sus manos vacías.

Olvidó el pérfido ofidio 
que en bordados hilos negros, 
yacía escrito que jamás escapará
a la eterna soledad de su destino.
Mientras descansa inerte, ante sus ojos,
el corazón mortal que intentó amarlo.
Penitencia eterna a cargar. 
Justiprecio por ser, lo que nunca será.»

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 20/mrz./2017



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