«Déjame agradecerte, amada mía,
todas las sonrisas que me diste,
porque hicieron resonar
las vetustas cuerdas de mi corazón,
retomando las canciones, que otrora el dolor, 
se encargó de hacerme olvidar.

Déjame agradecerte, mi angelical amada,
todos los detalles que me diste,
porque trajeron luz a mis opacos y deslucidos días,
volviéndose estrellas en las noches que mi soledad
se había encargado con esmero de ennegrecer.

Déjame agradecerte, mi amada eterna,
todos los suspiros que me diste,
porque hechizaron a todos mis demonios,
y por un momento olvidé los pecados que me hicieron caer,
para imaginar que podía ser el indicado para amarte.

Déjame agradecerte, amada musa,
todos los besos que me diste,
porque encarnaron en sueños y poemas,
y se volvieron vida en el desierto
donde jugaba mi infernal alma,
dándome las alas que Ícaro perdió
y que usé para llegar a ti.

Déjame agradecerte, amada mía,
por verte feliz…
Aunque ahora estás entre otros brazos…
Aunque ahora te disfrutan otros labios…
Eres el néctar
que las mariposas del amor siempre buscarán,
y que robé en acto blasfemo, 
por lo cual el Olimpo entero encolerizó.

Déjame agradecerte,
por hacerme saber que fuiste mía.
Aunque sea por tan sólo esa única vez: 
aquella que el Tiempo borrará a fuerza de tu vida,
pero que guardaré escondido entre toda la Creación
para evitar que sea arrebatado de mi memoria.

Para poder recordarte siempre
entre las puestas de soles negros…,
los amaneceres de lunas rojas…,
los silencios pausados…,
las miradas perdidas…,
las grietas entre las paredes…
tras la sombra de tus pasos…
y el eco de musitadas promesas…

Allí donde la nada y el vacío
conforman las atalayas de mi oscuro reino »

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 21/jun./2017



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