«La primera llegó en la mano del niño
Que resurgió de la muerte y venció
Contra todo pronóstico, el encierro de un olvido.
Contra todo pronóstico, el encierro de un olvido.
La segunda llegó con la ilusión de la juventud,
sobreviviendo a las arenas del Tiempo,
cuyas tormentas de rutina y madurez,
quisieron borrarla de toda latitud.
sobreviviendo a las arenas del Tiempo,
cuyas tormentas de rutina y madurez,
quisieron borrarla de toda latitud.
La tercera, en la sal de las lágrimas secas.
La cuarta, gritada por el silencio perenne.
La quinta, en el terciopelo de la palabra amiga.
La sexta, con la sazón de una hostia partida.
La séptima, con la eternidad efímera del orgasmo.
La cuarta, gritada por el silencio perenne.
La quinta, en el terciopelo de la palabra amiga.
La sexta, con la sazón de una hostia partida.
La séptima, con la eternidad efímera del orgasmo.
Y así fueron llegando una tras otra.
Con la fortaleza terca de un ama de casa…
A través de la noche sin estrellas…
Viajando con la garúa de verano
y meciéndose entre risas infantiles de copos de nieve
a mitad de primaveras muertas.
A través de la noche sin estrellas…
Viajando con la garúa de verano
y meciéndose entre risas infantiles de copos de nieve
a mitad de primaveras muertas.
El corazón roto… El whiskey sin hielos…
La pata rota de la mesa que evoca un adiós…
En el ardor de los labios que añoran el beso…
En las manos, que ocultas, disfrutan del propio sexo.
La pata rota de la mesa que evoca un adiós…
En el ardor de los labios que añoran el beso…
En las manos, que ocultas, disfrutan del propio sexo.
Treinta… Cuarenta… Sesenta… y nueve más.
Trescientos… que la Historia no recordará.
Quinientos los ojos perdidos entre sílabas.
Ochocientos veinte y tres suspiros al viento enamorado.
Novecientas noventa y nueve sonrisas veladas,
que atestiguaron todas las pantallas
acariciadas por anhelantes ojos en desvarío.
Trescientos… que la Historia no recordará.
Quinientos los ojos perdidos entre sílabas.
Ochocientos veinte y tres suspiros al viento enamorado.
Novecientas noventa y nueve sonrisas veladas,
que atestiguaron todas las pantallas
acariciadas por anhelantes ojos en desvarío.
Y la pluma negra número mil…,
me la entregaste tú,
leyendo éste humilde escrito.»
me la entregaste tú,
leyendo éste humilde escrito.»
© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 27/sept./2017
Lima/Perú • 27/sept./2017
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