«El cinto oscuro en tu piel se mimetiza,
formando en las comisuras de labios danzantes,
la emanación de exaltados suspiros turbantes.
El beso de la hebilla, traviesa, la piel eriza.
Se esboza, poco a poco, la lujuria libertaria
que al control destierra hacia pálida luna esteparia.

Se alza la revuelta, sin heroísmo y ausente de altruismo,
rompiéndose las cadenas de impuesto cinismo.
Humedades de entrepierna que socavan, gravitantes,
los eslabones invisibles que a la conciencia esclaviza.
Práctica de conducta prohibida que al mundo escandaliza,
mientras se emancipan los gemidos, en desvarío, rampantes.

Perversa es la pericia que el demonio esgrime.
El labio mordido emerge por placer doloroso y sublime.
Entrega ciega que de todas las culpas exime.  
En el reino del látigo y la atadura, el cuerpo se redime.
Eterna marca escarlata, bajo la piel, con goce se imprime.
Desgarra al viento la orden clara y fuerte que tributo exige: “Gime”.

Convulsión orgásmica alcanzada supera toda represión.
Se nombra a la divinidad como corolario de la inmoral sedición.
Independencia alcanzada de todo vestigio material,
a través de alas vetadas y herederas del pecado original.
Entre los iconos que en el cuerpo el vulgo halla opresión,
el alma, de placer satisfecha y enajenada, alcanza liberación.»

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 21/sept./2017



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