«Manchadas están las manos
con sangre invisible.
Resuenan en los oídos
los palpitos agonizantes,
cual percusiones tribales
como preámbulo al cenit del rito…

Introducción sádica para el cordero
que ha de arder en la pira de sacrificio.

Cayó asesinado mi amor…
Su amor…
…El amor.

El golpe certero y mortal cayó súbito,
como relámpago sobre calmo páramo.
Le bastó esperar
el último sorbo del café de las ocho,
para que al fragmento final del sentir
se lo llevara el viento,
en ahogado gemir.

Cayó asesinado su amor…
Mi amor…
…El amor.

De villanía se enfunda,
y culpable es de todo:
las promesas rotas…
las esperanzas que se desangran
tras cada grano del reloj de arena…
Culpa de hacer y no hacer…,
de decir y callar…,
de pensar…,
de osar amar…
…de existir.

Ilusión y mentira que un Caído sea apto de amores…
pues incapaz es de poseer un corazón,
si a duras penas tiene habilidad de razón,
y en su reflejo, sólo encuentra dudas y temores.

Destino que se ha de enfrentar
en la ancestral imposición de soledad.
Evitarle a otra alma la desgracia de su insania,
y reconocer que sin compañía
debe seguir en letanía.

Asesiné al amor…,
por burda y basta supervivencia.

Para respirar sin aire…
Para tocar sin piel…
Para andar en círculos viciosos,
mientras la Muerte… a éste agónico ser,
y enarbolando lágrimas de mujer,
con misericordia a la impía existencia
habrá de ponerle fin.»  

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 18/sept./2017



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