«Deja, te lo pido, que se expanda hoy éste vacío. No entiendes… No puedes hacerlo… Que tu nombre estrangula éstos palpitos… Y mi pulso, calma tendrá, en las olas del Olvido. No entiendes… No puedes hacerlo… Que al aire asfixia y el sol calcina… Que la lluvia ahoga y mi alma en neblina… se difumina. No entiendes… No puedes hacerlo…

** No entiendo… no puedo hacerlo… Detesto las horas que han muerto en tus versos… en cada palabra que al aire he dejado por llegar a tus besos… Odio a la hechicera pasionaria que se oculta en mis adentros.. que en su alquimia te enredan… te desea… y a tu desistir, me alejo.

** Entiende, entonces, que por tus besos… Desespero. Que en tu aliento hacen nidos las sonrisas y en tu ausencia… Desgarran… Se enquistan… Y son la droga que asesina el razonamiento. No odies, os pido, a la poseedora de artes arcanas, pues en el hechizo de su voz, desvarío… Me pierdo con febril ensoñación, y mis manos, dibujan en el aire, la silueta de sus labios. Por sus caricias, el alma siempre empeño… Dile, cuando la veas en el reflejo del espejo, que por verme en su mirada de nuevo, a los dioses les rezo.

** Los arcanos del infinito llegan a sus pies fascinados por sus letras, donde mi voz se rinde a sus tretas, se postran y embelesan… se hace adicta y a su poción se entrega… Ángel Caído… es usted culpable de mi martirio… de mi andar librando el abismo por no caer en su embrujo asesino.

** No existe treta alguna, os garantizo, pues contraria a la creencia, es la palabra y el honor, el aval que ostenta todo demonio… y culpable soy y seré, de embriagarme de vuestros versos… recorrer con embeleso las descripciones de los sentires, y qué mejor que un Caído, para decirle como se vive en el fondo del abismo… de esa esquina solitaria donde reina el trinomio de la Soledad, el Tiempo y el Olvido… Pues sólo de entre sombras, se aprecia la luz… ésa, que emana de los faros guía de sus pupilas, pues es la heredera de Erato, quien con su pluma, genera la verdadera alquimia que encanta y hechiza, tal cual con su voz, que a Venus misma, la vuelve ante Eros, idea omisa.

** Sir … Los dioses de mí letras claudican, presentan bandera… las musas confesoras se postran ante su grandeza… Envuelta en Nix, a sus delicias me entrego a Hipnos, replegada en su magnificencia que torna pálido cualquier esbozo mío de poema.

** He sido, soy, y seré obviamente, quien tributará a Hipnos de manera constante, para oír de coro de Ninfas, la declamación de sus delirios, mientras me deleito del vino que a Dionisio robé, de la cava escondida do’ Erato, maceraba versos, con los cuales amamantó amorosa, su pluma y papel.

** Téngame como Hera para Zeus, como su Afrodita,  tan a usted como a Ares en su idolatría… como Atenea en su batalla, en que pierde sus linos ante sus versos que le desnudan piel y ánima … como Artemisa que guarda su castidad para ser solo suya, su premisa, virginidad guardada… Téngame como cada Diosa del Olimpo que ante usted se inclina, reverenciando… como Penélope, que ante usted, se subyuga a su lado, completamente enamorada.

** Tenerla es la recompensa sublime, que ni todos los frutos en los jardines olímpicos podrían osar a brindar a éste ser tanta molicie. Mi diosa ha sido y siempre será, ante mis ojos. Soy yo, que por retorcido giro de la Providencia, quien encarna a Hefestos, que sin belleza alguna, a sus caricias la dicha de poseerlas tengo. Su ausencia me desgarra el pecho con mayor fiereza que las fauces del león en Nemea, y los segundos, cansinos, multiplican mi desesperanza, como las cabezas de la hidra de Lerna. He sobornado a Heracles para que me brinde fuerza, batallando cada día, por el retorno que añoro. Si Penélope radica en su espíritu, dígale que siga moviendo las manos, para destejer cada noche la distancia entre nosotros. Recuerde, amada mía, que en sus labios residen los puertos que darán sosiego a todas mis odiseas. De sus besos, beberé la prohibida alquimia. En su piel, morirán en acto suicida mis deseos, pues por todos ellos, ya pagué a Caronte la tasa, y Thanatos los juzgará con viaje directo a los Elíseos. Termina mi espíritu, sin duda, en todo desvarío, que sólo los versos proferidos, que tú, mi diosa… escribiste bajo la piel de un condenado ángel caído.»

© Chiara Quimey
© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ    
Argentina/Perú • 04/oct./2017



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