«Me guardo en la memoria, cual eterna fotografía, la sonrisa que procuraste aquel otoñal día. Sonrisa descarada que hacía brillar aún más tus ojos de gata. Sonrisa dedicada al viento, sin remitente ni dueño. Sonrisa que invoca grafías, desenterradas algunas, y recién nacidas las otras, mientras desplegabas tus angelicales alas, que contrastaban con las desterradas mías.

Me guardo en la memoria, cual eterna poesía, el sabor de café en tus labios. Anacrónico y desvariado disfrute de tacto, ajeno a todo pacto, pero que surgió indómito en el primer acto, ante una tribuna desierta de faroles agonizantes, y murmullos lejanos.

Me guardo en la memoria, cual eterna canción, un silencio arrullador, que a nuestras tormentas calmaba y que nuestros demonios disfrutaban. Complicidad traviesa en la ausencia de sonidos, pero que dejaban al pulso, agradecido, y a un oscuro corazón, no sentirse tan perdido, porque hasta en el profundo vacío, también se puede hallar un camino.  

Te guardo en la memoria, antes que me trague tu olvido, antes que se acabe el tiempo, antes que me condenen en aburrido rito, antes que se apague el fuego de ésta gélida hoguera, antes que de mi vida te hayas ido… y me reclame el destino retornar a mi papel de ángel caído.»

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 29/abr./2018



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