No fue un día cualquiera, aunque te levantaste de la cama pensando que así era. El trabajo estuvo pesado, y te enviaron a solas a cumplir con tu labor… pero eres valiente (o al menos, así te sentiste en ese momento), y saliste al ruedo, sin imaginar siquiera por un instante, que entre tanta gente y que a vista de todo el mundo, podrías ser víctima de un ataque intempestivo. Llegó, como siempre, sin aviso y sin advertencia. Llegó fulminante para que te sintieras vulnerable y sin protección. Llegó para impregnarse encima y bajo tu piel. Tu miedo apestaba, mientras las personas, lejos de solidarizarte contigo, se reían de tu condición.  Dime: ¿Qué se siente? ¿Sentiste cómo se aceleró  tu latido? ¿Sentiste como el miedo mordió tu lengua? ¿Sentiste que nadie está a salvo de una agresión? ¿Sentiste que a pesar de tu tormento, la vergüenza con tu existencia iba en aumento? ¿Sentiste que la culpa te arañaba las entrañas aunque fueran manos ajenas las que te sembraron sufrimiento? Ahora en casa, a solas, te quedas por indefinido tiempo bajo la regadera, queriendo quitarte toda mancha, todo rastro, toda huella que genere el más leve recuerdo de lo vivido. Sientes que no existe trapo, ni cepillo, ni uña que baste para quitarte las marcas invisibles que se te enquistaron como estigma, y que hasta la muerte, aparece más liberadora que seguir respirando un segundo más. Déjame decirte, que tienes suerte, pues después de muchas duchas, ya lo habrás superado… a diferencia de lo que sienten ellas, multiplicado hasta el infinito. La purpurina termina siendo pasajera, una violación, se siente eterna. Y mientras tu alma ha sufrido un rasguño, en ellas es una diabética herida que sangra sin parar cada puto día, y aun así, van a trabajar, a estudiar, aprenden a fingir la sonrisa para no tener que escuchar(se) otra vez entre el dolor del vejamen sufrido. Dime ¿Qué se siente? ¿Por fin entendiste su indignación? ¿Te percataste que sólo probaste una solitaria gota de la cascada que las golpea en cotidiano dolor? Dime ¿Qué sentiste…? Porque ellas se han visto obligadas, por seres como tú, a convivir cada año, cada mes, cada día, cada segundo, detrás de cada esquina o entre el lugar más concurrido, con el terror.

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 13/ago./2019



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