Apelo a migajas de cordura que me extraigan de ésta anodina cruzada. Mi lanza ya muestra las huellas de marchitas esperanzas. Aunque los perros ladran, mis pasos, no avanzan; y mi sombra me espeta, con sabios y racionales refranes, lo inane de mi arcano código de caballero andante que busca, entre pliegues de esteparias almohadas, ser el motivo de suspiros desvariados desde sus labios radiantes; mas sólo soy un demonio bastardo para mi amante imaginaria. La razón me pide que deje de pelear contra molinos infames, cuyas aspas azuzan a los vientos de cruenta realidad y sobre los cuales aún se mece su nombre, mientras el latido me hace seguir hacia adelante, porque todavía llevo tatuado el sabor de su beso en mi horizonte. Debe ser que en la sangre se expandió la locura y cual vetusto demente, probé de su divino cáliz bajo luz de celestina luna en algún anónimo parque del Toboso… o simplemente estoy demasiado cuerdo para aspirar al amor de una Dulcinea que reciba enamorada el ósculo de un Caído sobre la mano y no le importe verle llevar con cínico orgullo una magullada y ennegrecida armadura, decorada con cicatrices de antiguas batallas en las que se impusieron victoriosas las fieras desilusiones que le dejaron tras su paso, como huellas de inmisericorde Atila, el corazón sangrante.

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 10/sept./2019



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