Mi amada vive detrás de la luna y espera verle cada noche, mi ánima gatuna. En los parques solitarios aguardo por su arribo, lejos de los reinos de concreto, entre el dulce veneno que infecta mis pulmones y le va restando tiempo a mi reloj, con insano divertimento. Ella siempre viste una sonrisa, para desvestir las penas que decoran mi negra camisa. Le gusta jugar con mi cabello y compartir las manos entrelazadas, con la mirada perdida en el horizonte entre cómplices silencios. Se maquilla con versos y baila al ritmo de canciones desconocidas que le quitan espacio a mi teléfono, sembrando en mi piel su aroma, sin necesidad de burdo sexo. Mi amada habita detrás de la luna y me volví astrónomo para encontrarla entre mis lunes y domingos de todos los meses que viajan en contra del calendario tallado en mis latidos. Le gusta echarse sobre mi pecho e imaginar que vuela feliz sin haber levantado los pies del suelo. Heredera de antiguas diosas, sabe perfectamente jugar con la sombra de un Caído y le dibuja alegrías con algún pueril gesto. El ocaso se acerca como preámbulo de su arribo. Cierro los ojos y le veo, porque mi amada mora detrás de la luna, lejana de toda carne y hueso, navegando entre volutas aceradas, portando en su carmín la muerte..., para posar en mí su gélido beso.

©  Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ | Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 11/nov./2019



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