«Hay dudas que no resuelvo. Con crueldad se insertan sin piedad en mi cerebro. Me crucifican el latido, el respiro, la ilusión. Son mis espinas de cactus que irónicamente yo mismo me clavo a mansalva, para frenar que de mis labios broten aquellas dos palabras que abarcan a todo el universo, y comprimen todas las estrellas, las lunas, los cometas, y se revele cuán inexistente es el tiempo, cuando tus ojos se cruzan con los míos y con terror, descubro que aún yo siento, y que todavía entre mis venas; que otrora consideré desérticas; ahora discurren cursis sueños. Hay dudas, que no resuelvo. Dudas alimentadas por tu silencio, que haciendo el papel de verdugo, me hace pensar que sólo buscas mi compañía para matar tu rutina, o que intentas escapar de la monstruosa vorágine que conforma el aburrimiento. Hay dudas, que requieren de un consuelo, de un afecto y de preferencia, que sea sincero. El presentimiento crece, se expande y tras cada encuentro se hace más férreo: No te importa mi nombre. Si vivo, o si muero. No te importó mis alas sacrificadas, ni las verdades que dije, harto de la podredumbre de mentiras que nos rodean en tan popular credo. No me amas. Quizás ni siquiera genere un sentimiento de afecto. Sólo soy el amante, del amante, del amante de algún sórdido juego, en la cual quieres salir airosa, destruyendo todo corazón ajeno. Y me besas. Y no dices nada. Y así, con el último hálito de subsistencia, termino por cerrar el corazón y clavarle una última espina. Para que no haya más dudas. Para que no exista más disposición a condiciones imposibles. Para que no vuelvas a escuchar de mi boca esa confesión de un sentimiento que ahora me avergüenza más, que ser tu juguete cada fin de semana, a la misma hora. Supongo que prefiero a pesar de todo, tenerte a mi lado de modo tan insano, pues lejos me encuentro de actuar por ti como un hombre cuerdo.»

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 06/ago./2020



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