Y finalmente, falleció.
Dejó de latir aquel nombre.
Enterró vivos sus recuerdos y,
las ilusiones tontas que nublan la vista,
fueron cayendo inertes en el concreto,
una tras otra, sin opción de consuelo.

Ardió en llamas el tejido de Penélope
y Circe renunció a recitar vanos hechizos.
No hay labios que den bienvenida,
ni ardan al final del desespero.
Odiseo llegó muerto a solitario reino.

Olvidaron que viajó en demasía
rodeado de soledad y desamor,
quedando completamente sordo
a las promesas de amor que una sirena cantó.
Se volvió cíclope metódico
a la danza que procura el amor.

Nada le dejaron los dioses
al otrora aventurero corazón:
convertido ahora en un cactus,
que se nutre de implacable razón.

— Đᴇsᴠᴀʀɪ́ᴏʂ ᴅᴇ ᴜɴ Ậɴɢᴇʟ Ͼᴀɪ́ᴅᴏ —

© Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ | Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
┤Lima/Perú • 1º/ago./2020├



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