[ Catch you later, darkling ]

«Mi adorada Vanessa:

Para cuando estás líneas hayan de leerse, ya nuestros caminos ─ más allá de nuestro querer ─, estarán escindidos. Hidalgo, he de reconocer, que me ganaste la carrera y ahora esta oficina la siento más lúgubre con tu ausencia. Me es ineludible no evocarte cuando tengo ante mis ojos esta maldita pecera y ese estúpido cactus en ella. Es por ello que te escribo ahora, y como ya habrás imaginado, también me he rodeado de humo, de whisky y de blues, como esa primera noche que, curiosa, tocaste la puerta de mi despacho, siempre sonriente y vivaz, para sentarte frente a mí, sin más motivo que no quererme pasar a solas esa fecha. Noemí no pudo con su genio y te dijo que era mi cumpleaños, y tú, siempre buscando que nadie sienta tristeza, estabas allí, sentada y sirviéndote tú misma un vaso mientras te observaba entre reproche y curiosidad. Pedí que me dejaras a solas, pero te negaste ¿Recuerdas? Me espetaste que ya te habías enterado que era el mismísimo demonio, y aún así no tenías miedo de mí, como el resto de los empleados. Y preguntabas, y no te contestaba; y volvías a hacerlo y seguí negándome, hasta que cansado de ese juego te respondí un par de cosas con tal que me dejes en paz, pero ambos sabíamos que ya era un punto de no retorno y estábamos firmando una amistad para la eternidad. Te confieso, ahora que no estás, que esa noche me recordaste lo que era sentirse nuevamente un ser humano.

Pero te fuiste sin más, y me quedé naufrago de hermandad. Me dejaste sin confesora, sin la cínica y estoica racionalidad que podía contrapesar mis momentos de locura, y te llevaste la demencia que contrastaba cuando se apoderaba de mi alma la lógica y la frialdad. Jamás olvidaré esa junta de trabajo cuando te reíste a mis expensas y me pusiste el mote de “Don Robot” delante de todos, porque nunca di contemplaciones en las negociaciones; y luego, con la confianza ya enraizada, me llevabas de nocturnas salidas, para presentarme a tus amigas y con total desparpajo les apostabas sobre quien de ellas podría enamorar a este viejo decrépito: “Mi salario a quien conquiste a Lord Stone Cold Heart” les decías con frescura, sabiendo que no podrían ganar... Darkling, te aprovechabas de cuánto te quería y te dejaba burlarte de mí; y lo sabías, pues como niña traviesa lo hacías cada vez que podías. Y eras una niña en muchas cosas. Te jodía que yo tuviera la razón cuando debatíamos: te delataba ese ceño fruncido; pero ardían tus grandes ojos cuando eras tú quien ganaba en argumento, en especial cuando tuve que reconocer que, a pesar de mis esfuerzos, Minerva jamás se fue de mi pensamiento y de mi latido. Esa noche te alegraste diciendo que tenías cuñada, pero casi me lanzaste la botella cuando te decía que me debía alejar de ella. Quizá en el fondo también eras un ambulante cactus como yo a pesar de tu extrovertida sonrisa. Quizá por eso entendías mis razones. Quizás por eso me querías en compañía: para que algunos de los dos, a pesar de nuestros fracasos amorosos, por fin alcanzaría el amor. Quizás por ser tan parecidos, a pesar de no compartir la misma sangre, de ser tu gemelo me presumías. 

Partiste, dejándome en abandono ahora convertido en humano. Mi corazón, otrora petrificado, ha vuelto a sentir muchas cosas, pero quizás lo que más odio de ello es esta tristeza tatuada al saber que no estás. Y no, no es la misma tristeza con la cual me conociste. A mi crónica nostalgia ahora se le ha sumado este vacío voraz. Por cierto, antes que lo olvide, tengo algo más para contarte: le hablé a tu dios. Le pedí con desespero para que no te arrancara de mi lado, apelando que eras tú de sus más devotas creyentes y de las que sin duda merecías todo divino milagro... Como ya lo sabes, nuevamente me ha decepcionado, aumentando mi desdén a su presencia. Y ahora sigo sentado, viendo al frente la silla vacía, esperando escuchar algunos de tus regaños, o tu rutinaria pregunta pidiendo mi opinión sobre tu laceado, cuando siempre te dije que me gustaba más tu cabello aleonado; sigo escribiendo estas líneas, aunque nunca las vayas a leer… ¿Por qué? ¡Qué carajos voy a saber! Sólo sé que he perdido a la cómplice amiga con quien gastaba los insomnios en conversaciones, quien me contagiaba alegrías, quien me animaba a arriesgar el corazón en una nueva partida, quien refunfuñaba de los tarados pretendientes que le seguían mientras yo sólo sonreía y hasta me mofaba con envenenada ironía, quien me regaló esta pecera para hacerme saber que, aunque lo negara, todavía tengo un corazón que late, y que algo todavía tiene que ofrecerme esta vida… Una que ya me parece incompleta, si no podré compartirlo con mi gemela maligna… aunque podrías sonreír desde el firmamento: ya que no me acompañarás al viaje del que planeamos y que sólo se cumplía en mis sueños. Seguí tu consejo y volví a hablarle. No sé cómo terminará todo, pero estoy siguiendo lo que me enseñaste: dejar de controlarlo todo y vivir sin planes por un momento. Te repito: me devolviste a la humanidad, y quiero pensar que lo hiciste, sin quererlo.

Lo sabes. Lo sé. Estás líneas no las he hecho para decirte adiós, sino para que sean un hasta luego más. Que te hayas ido por ahora es sólo momentáneo. Sólo estoy juntando más anécdotas para que pronto sigamos gastando las noches riendo entre cigarros, blues y whiskey, como solíamos hacerlo, antes que dejaras este mundo cruento, que era siempre más llevadero, cuando me sonreías contenta y orgullosa, llamándome “hermano”. 

Ya nos veremos, revoltosa mariposa… y ahora me encantaría ver tu cara, ya que no podrás reclamarme más que vista todo de negro. 

Jamás te olvidará este mal humorado cactus…, que ahora sonríe ante las margaritas, siempre tus favoritas.

Tu gemelo malvado, 

Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ.» 

_____

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 28/mayo/2021




Comentarios

Entradas populares