[ Ácratas ]

Cap. 4


Larn cubre con su saco a Adam, mientras que Abril le limpia la sangre del rostro. Como acordaron en el camino, se quedarían en el hotel de Abril; además... ¿Cómo podía ella rehusarse cuando había visto a Larn asesinar a sangre fría a Iván? Los cuatro suben apurados a la habitación de Abril y sientan a Adam en un pequeño mueble del dormitorio.

— Bueno Adam... ¡Explícate! — empezó Abril, mientras Larn y Hiro se miraban cómplices — ¿Quiénes son estos tipos en verdad y que fueron esas esferas, invocaciones y rayos saliendo de ese hombre?
— Espera Abril, espera... — respondió el aludido mientras se sentaba sobre la cama del cuarto de hotel en el que se hospedaba Abril, más tranquilo y recuperado. Larn se sorprende por las últimas palabras de ella y Hiro cierra los ojos como temiendo lo peor. Larn, sin dejar notar su interés se acerca hacia ella:
— ¿Disculpe señorita, puede decir que vio en verdad?, y tú Adam, escucha atentamente... — Abril lo mira molesta.
— ¿Es usted imbécil o qué?
— Caramba Savage—kun ¡Bonita querida escogiste! — comentó Hiro.
— ¿Puede especificarnos el por qué soy un imbécil? — responde Larn sin perder la calma.
— ¿No se da cuenta de lo que me pregunta? Hasta el chino ese también vio todo...
— Japonés. — rectifica Hiro.
— Sólo dígalo por favor. — pide Larn.
— Eso..., pues..., las esferas..., los truenos..., las luces en las manos de Adam, y el chino lo tomó todo con naturalidad...
— ¡Japonés! — refuta Hiro.
— Lo que usted sea... — replica Abril — ¡Pero no me van a decir que esto lo soñé y que no saben nada porque no soy ninguna loca de mierda ni estúpida!

Adam escuchaba completamente callado y sudando frío. Se queda con sus ojos empotrados en los de Larn; mientras tanto Abril esperaba alguna respuesta, pero el silencio de los tres se prolongaba más de lo debido.

— Y bien... ¿Qué me van a decir? — pregunta Abril como para romper el silencio.
— Larn..., ella... — titubea Adam — Lo ve..., Lo ve... ¿Qué hacemos?
— Es cierto. — continuó Hiro — Esta situación no puede quedar así.
— ¿De qué diablos hablan, eh? — pregunta ansiosa Abril.
— Si tiene el don o es una de nosotros lo sabremos ahora mismo... — Larn empieza a llevar su mano hacia su espalda.
— ¡No lo hagas Larn! — grita Adam. Hiro solo cierra sus ojos.
— ¿Hacer qué...? — Abril no termina su pregunta, Larn le pone una almohada en el busto y le dispara a la altura del corazón. Adam se levanta de la cama y junto a Hiro, se acerca al cuerpo inerte de Abril. Adam intenta gritar y reprochar, pero la voz de Larn lo detiene:
— En otros tiempos quizás..., ahora no. Sólo nos queda esperar, y las dudas desaparecerán.

Hiro lo mira con furia, como queriendo golpearlo, pero se reprime. Adam aprieta muy fuerte los dientes, y es que al final, era la única salida pronta y buena para los tres. Acerca su mano al rostro de Abril y le cierra los ojos que miraban sin vida el techo de la habitación. Hiro enciende la televisión y se pone a buscar las noticias. Larn prende un cigarro y se queda fumando cerca de la ventana.

— Miren Adam y Larn—sama. — Hiro señala el receptor de televisión y en las noticias mencionan el disturbio en el Louvre.
— ¿Nos mencionan? — pregunta Larn.
— No. Sólo somos desconocidos y la policía aún no ha realizado ninguna identificación.
— ¿Qué dicen sobre Iván? — pregunta preocupado Adam.
— Que está muerto.
— Pero... — cuestiona Adam.
— Pero él no lo está en verdad. — menciona Larn — No puede morirse sin antes dar el mensaje que le dejé... Por cierto, Adam, ¿Qué pasó contigo para que te golpeara así Iván?
— No lo sé. Ha elevado su nivel mucho... — Larn lo mira incrédulo — Bueno, aún no te alcanza...
— Eso significa que las evoluciones ya se han estado registrando. — comenta seriamente Hiro.
— Pero aún no es tiempo. ¿O sí? — pregunta Adam.
— Si consideras que incluso estábamos en tiempo de paz... — responde Hiro.
— Es cierto. — continúa Adam — No he preguntado por qué Iván vino a atacarme...
— Es que la tregua se ha roto. — comenta Larn.
— ¿Por qué?
— No lo sé. Los gemelos Smith aparecen muertos de la noche a la mañana y con marcas en sus cuerpos del ataque del Tigre... sin ningún motivo aparente.
— Eso no es normal.
— Sí. — responde Larn — Lo sé. Por eso tengo a Gerard investigando lo sucedido. Realmente es la primera vez que algo así me coge desprevenido.
— A menos que... — piensa en voz alta Hiro.
— ¿A menos qué? — pregunta Adam.
— A menos que el clan del Tigre esté evitando las evoluciones de nuestro clan...— Larn levanta la mano y detiene el comentario que estaba dando Hiro.
— ¿Lo sienten? — susurra Larn.
— Sí — responde Adam, y Hiro asiente con la cabeza. Los tres miran hacia la cama donde yace Abril.
— ¡Aaaahhhhh!. — el grito de Abril resuena en toda la habitación.
— A... Abril... — murmura Adam.
— Lo sabías... — murmura Hiro mirando fríamente a Larn.

Abril se encuentra fuera de sí y sólo atina a mirarlos, totalmente ida. Más la calma empieza a regresar en ella. Inmediatamente siente una extraña sensación en su pecho y estómago sin causa aparente. Larn sonríe, toma una silla y se sienta cerca de Abril.

— Bienvenida a este mundo de sangre y muerte. Ya eres una de nosotros. — Larn saluda sonriente a Abril sin dejar de fumar.  Abril no atina a nada. Se siente renovada y extraña a la vez; la sensación de su cuerpo aún no se le va, por lo que se toma el pecho y el estómago. — Ya te acostumbrarás — le aconseja Larn —. Lo que pasa es que sientes nuestra presencia. Cuando uno de nosotros aparece siempre tendrás esa sensación... es algo así como una alerta entre los «ácratas».
— ¿Ácratas?
— Sí, así nos llamamos.
— ¿De qué...? ¿De qué habla?
— De que ya no eres más humana; que perteneces a una raza casi extinta y que se está matando entre sí, y claro, de que no puedes morir..., en teoría.
— ¿Qué...? ¡Adam! ¿Qué clase de locura tiene este tipo?

Abril se percata al señalar a Larn que él se queda mirando su blusa y pensando que le estaba mirando los pechos intenta cubrirse y se queda sorprendida al ver su blusa ensangrentada. Con los ojos desorbitados empieza a recordar inmediatamente que fue asesinada por Larn, pero... ¡Debería estar muerta!; Adam y Hiro no dicen nada, pero no muestran sorpresa ante ella. Abril siente que está a punto de perder la razón.

— No. No la vas a perder. — comenta Larn. Abril lo mira a los ojos. — Sí, yo sí puedo leer tu mente. Pero sólo yo de los presentes. Hiro percibe los pensamientos que son dirigidos sólo para él y Adam... él no tiene esa cualidad. — Abril no le quita la mirada. — No, no te leo todos los pensamientos a menos que esté concentrado en ello, eso requiere un desgaste de energía enorme; por lo que preferiría que hablaras por favor. — Abril lo sigue mirando. — Yo puedo hablarte directamente a tu mente, pero si quiero puedo volverte loca en verdad. ¿Qué prefieres: ser una inmortal desquiciada o una inmortal cuerda?
— Está bien... pero por favor explíqueme que está pasando. — habló Abril.
— Como te habrás dado cuenta, no puedes morir. Bueno, sí; pero cada cincuenta años. Supongo que Adam será tu mentor en este mundo... — Adam asiente con la cabeza — Aunque no me gustaría dejarte con el peor de todos mis seguidores...
— ¿Seguidores?
— Sí. Él te explicará mejor eso.
— ¿Y qué será de mí? ¿Qué soy?
— Te lo repito; eres una ácrata...
— ¿Qué es eso?
— Eso, petite, — explica Larn — es el ser que no puede morir excepto cada cincuenta años, en que sólo, en lo que actualmente llamamos el mes de octubre, se le restaura su mortalidad... y por cierto, en ese mes de media centuria no puedes suicidarte; más allá de que está prohibido esa regla tiene una comprobación real; eres inmortal ante tu propia mano. Ya lo comprobarás por ti misma, pues no hay uno de nosotros que no lo haya intentado. — Adam y Hiro asienten con su silencio. Abril escucha atentamente — A pesar de lo que puedas pensar en un inicio — continúa Larn —, nosotros no tenemos alegría en nuestras vidas. Nuestra inmortalidad nos hace ver a los amigos morir; tener una vida que nunca acaba. Somos nosotros los que valoramos a la muerte a cabalidad. Nosotros somos estériles...— Abril se sorprende — ¿Te das cuenta? Nuestra vida es cualquier cosa, pero no vida...
— ¿Y qué pasa con el amor?
— Sólo puedes tener como pareja a otro ácrata. Nadie te prohíbe relacionarte con humanos, pero el golpe psicológico y espiritual para ambos nunca es recomendable. — Abril se queda pensativa.
— Tú... Tú me mataste... ¡¿Por qué?!
— Calma. ¿Recuerdas lo que viste cuando luchaba Adam con el gigante ese?
— Sí.
— Nunca lo soñaste, ni eres loca. Lo que sucede es que hay humanos de un nivel espiritual superior, a los que llamamos «high» ['elevados']. Estos humanos pueden ver todos nuestros movimientos, nuestros 'hechizos' como decimos comúnmente, pero sólo los ven, no pueden imitarlos; por eso la gente que tratabas de alertar no te hacía caso, porque tú eres, bueno, eras, una 'high'.
— Pero entonces si matas un high... éste inmediatamente se vuelve inmortal...
— No. — contesta Hiro — Sólo tiene una potencialidad de ser un ácrata.
— Entonces... — Abril mira a Larn — ¿Cómo sabía él que yo me transformaría en inmortal?
— Ácrata... — rectifica Larn — Debes acostumbrarte a ese nombre, porque así serás señalada. Y respecto a tu pregunta... No lo sabía, sólo corrí el riesgo.
— ¿Qué tan grande era la probabilidad de ser ácrata? — La pregunta de Abril hace que Hiro y Adam sonrían suave, pero agridulcemente.
— De una a cien mil... — responde Larn.
Abril se levanta dispuesta a dar una bofetada a Larn, pero de pronto siente que no puede moverse, y se queda estática ante Larn con la mano amagándolo.
— El que seas ácrata no implica que tengas todas nuestras habilidades. — menciona Hiro.
— Y encima quieres pegarle a Larn... — continúa Adam — Nadie puede hacerlo así de fácil...
— Es que... ¡Me pudiste matar en verdad! — recrimina Abril a Larn.
— Ya estás muerta ¿No entiendes? — Abril calla y baja su brazo. — Si te disparé fue porque si no eras una de nosotros, nos era desde todo punto de vista desfavorable que siguieras viva. Nuestra existencia no la conoce el hombre ni debe conocerla. Leí en tu mente que eres periodista ¿No? ¿Te ibas a quedar callada en verdad?
Abril baja su mirada. Sólo puede verse el pecho ensangrentado.
— Los poderes que viste de Savage—kun son producto de un largo entrenamiento. Nosotros tenemos la cualidad de manejar las fuerzas de la naturaleza, sus elementos o incluso, materializar nuestra energía interna, esto último eran las esferas que viste en Iván y Adam—kun... — comenta Hiro.
— Vamos...— Adam se acerca y abraza a Abril — Tienes suerte de que te disparara. A mí me envenenó y fumaba mientras me veía agonizar. El maldito me mató lentamente... — Larn sonríe — Al igual que tú, yo también era un high, y créeme que es mejor despertar a esta edad.
— ¿Despertar?
— Si hubieras despertado como ácrata a una mayor edad, hubieras mantenido tu apariencia física según la edad que despertaras. — responde Hiro — Por ejemplo, Adam y yo parecemos tener la misma edad, pero yo tengo setecientos noventa y cuatro años, pero mi cuerpo tiene la apariencia de veinticinco años.
— Yo tengo ciento setenta y siete años, pero mi cuerpo es de tan sólo veintitrés años. Además mientras estés en este clan nadie te dañará.
— ¿Clan?
— Es cierto, no sabes sobre ello. — comenta Larn — Lo que sucede es que todos los ácratas del mundo estamos asociados en La Orden, pero dicho gremio esta escindido en dos grupos o clanes: Dragones y Tigres. Esta división se originó gracias a que existieron torneos de combate interno que definiría primero al único líder de la Orden, y por ello o gobernaba un dragón o gobernaba un tigre. Sin embargo se estableció una diarquía a fin de mantener un equilibrio y desaparecer favoritismos. Pero desde cinco siglos atrás, ambos clanes se enfrentaron entre sí, hasta que hace unos noventa años atrás decidimos quedar en tregua... hasta ahora.
— ¿Por qué se enfrentaron? — Hiro mira seriamente a Larn, Abril se percata de esa reacción.
— Por su culpa... — responde Hiro. Larn se queda callado.
— Pero si estaban en tregua...
— Lo que pasa — interrumpe Adam —, es que gente de nuestro clan ha sido encontrada muerta y debido a que no estamos a mitad de siglo y octubre no llega, y si a ello le agregamos que sus cuerpos estaban marcados con los golpes del Tigre, suponemos que su clan los mató.
— Entonces eso quiere decir que hay cabezas de clanes...
— Sí. — continúa Adam — Hans Müller es el Tigre, y por ende líder de ese clan.
— ¿Y quién es líder de los dragones? — Hiro señala a Larn. Abril agacha su cabeza — Lo suponía... ¿Se está obligada a seguir al clan que te despierta?
— No. — contesta Hiro.
— Bien, Bien...
Abril se levanta de la cama y se dirige al ropero. De pie se quita la blusa ensangrentada sin importarle la presencia de los demás, dejando ver un coqueto brassier de encaje que sostenía su busto de regular tamaño, pero firme, y se colocó un jersey delgado. Los otros sólo la miraban, Larn prende un nuevo cigarrillo como preparándose ante una mala noticia y los otros dos se preguntaban qué iba a hacer.
— ¿Dónde puedo hallar a ese tal Hans Müller...?
Larn se levanta y sale de la habitación seguido por Hiro. Adam entiende que Larn abandona a Abril a sus propias decisiones.
— ¡¡¿Pero qué dices mujer ?!! — reclama Adam — Si vas con él... en estas épocas...
— No quiero ser esclava de ese hombre...— refiriéndose a Larn.
— Ninguno de nosotros somos esclavos de él.
— ¿Ah sí? Que buen perro faldero es ese japonés que salió rápido detrás de él.
— Hiro no puede alejarse porque debe matarlo... — Abril se queda dubitativa — Sí. — continúa Adam — Él prometió ante toda la Orden matarlo, porque considera que un occidental no debe ser el Dragón; sólo lo apoya porque al final espera quedarse sólo ante él para cumplir su promesa.
— Pero bien que lo ayuda...
— No entiendes. Su honor al trabajo está por encima de sus pasiones. Él antes que todo es el Cofrade del Dragón.
— No importa lo que digas. O me dices ahora donde encontrar a ese Hans o lo averiguo por mi propia cuenta.
— En Londres. Es el dueño de una empresa... T. R. S. Corp.
— Gracias.
— Sabes que si te unes a él, tendremos que enfrentarnos en algún momento...
— Lo sé. Y así como te he visto, cuídate de mí.

Abril sólo coge su cartera con sus documentos, un poco de dinero, y se dirige hacia la puerta. Se detiene a ver a Adam quien solo atina a contestarle con una mirada triste. Quiere decirle algo, pero se contiene. Abril gira y desaparece de la habitación. Adam se dirige al cuarto de baño y termina de limpiarse las heridas propinadas por Iván. Levanta el rostro y se queda contemplando su imagen en el espejo.

— Nos veremos en Londres entonces... — murmulla.

Al salir del hotel ve el auto de Hiro estacionado en la acera de enfrente. Cruza la calle e ingresa rápido a la parte trasera del vehículo.

— Se va para Londres — comenta Adam al entrar. Hiro, quien estaba al volante se queda mirando a Larn, quien estaba de copiloto.
— No vayas Adam. — le dice Larn. Adam se queda callado. Sabe que no está leyendo su mente, sólo expresa sus ideas.
— ¿Por qué? ¿Te preocupa mi vida a estas alturas? — responde Adam con sarcasmo.
— No lo digo por las luchas. De los ácratas que están en Londres solo Hans puede matarte. Y no eres tan estúpido para ir a buscarlo a él. — Adam sonríe — Lo digo por tu corazón. Te alegró verla convertida en ácrata porque así tenías esperanzas de estar con ella sin muchos problemas...
— Y ahora es mi rival...
— Si se enfrentan...— interrumpe Hiro —...O tú la matas, o ella te mata. No hay empates entre nosotros.
— Lo sé.
— Solo puedo decirte algo Adam: si te vas a dejar matar por ella... — Larn se detiene, prende un cigarrillo y mira hacia la calle —...que sea por un sentimiento firme y seguro, no por capricho. ¿Ok? — Adam se recuesta en los asientos posteriores.
— Ok.

[ Continuará ]

© Ͼʜʀɪʂᴛɪᴀɴ 木下

┤Lima/Perú • 1998├

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