[ Ácratas ]

Cap. 7


Dentro de la suite 1240 del Hotel «Da Kaiser», Larn está sentado sobre la cama y por inercia enciende un cigarrillo. Se preguntaba por qué las cosas siempre se complican tanto.

— Debería hacerle caso a mis neuronas y no involucrarme así con alguien... otra vez... — murmuró. El timbrar del teléfono interrumpe su disertación. Larn levanta el auricular:
— ¿Herr Solo?
Ja.
— Tiene una llamada desde Costa Rica...
— Gracias. Pásela por favor... — la conexión se concreta — ¿Aló?
— ¿Larn?
— Sí... Dime Gerard...
— Bueno jefe... Acá las cosas están complicadas, debido a que he descubierto "cosillas" que serán de tu interés...
— Te escucho...
— Charles y Mark Smith no sólo murieron por los golpes del Tigre...
— ¿A qué te refieres?
— En el lugar de su muerte figuran las marcas del "Puño Infernal" y del "Yami—No—Ken"...
— Las técnicas de Iván y de Hiro...
— Peor aún... Aunque gasté una fuerte cantidad de dinero, logré conseguir un informe preliminar del forense, al que luego soborné para que me dejara ver los cuerpos... — Gerard hace una pausa.
— ¿Y...?
— Charles mostraba las marcas en su espalda de la "Ira del Dragón"... — Larn se queda estupefacto. — ¿Larn...?
— Sí... Sí... Te escucho...
— Sabes que soy tu aliado incondicional, pero tienes que aclararme lo que te he dicho... — Larn se queda en silencio — ¿Y bien...?
— Si te dijera que yo no tuve nada que ver con esas muertes... ¿Me creerías?
— Yo te respondo que a menos que alguien te iguale en poder, te creería...
— Entiendo... — Larn da una pitada a su cigarrillo —. A pesar de todo te pido encarecidamente que sigas investigando...
— No lo tomes a mal, pero lo haré, no por ti... sino que quiero llegar al fondo de todo esto.
— Esperamos Gerard... Todos estamos esperando eso...

Una conversación similar se llevaba a cabo en Londres:

— ¡¿Estás seguro de lo que me estás diciendo?!
— Sí Herr Hans...
— Bueno... Continúa investigando... ¡Y quiero saberlo todo! No creo que Larn se haya decidido en imitarme... Espero tu llamada. — Hans cuelga su teléfono móvil y se queda en absoluto silencio.
— ¿Qué pasa ahora Hans? — preguntó Liz.
— Es extraño... Demasiado extraño... Los Smith no sólo tienen las marcas del Dragón... ¡Sino también las mías!
— ¿Quéééé...?
— Sí... Y te juro Liz que yo no...
— No tienes que darme explicaciones... Además, si tú me dices que no lo hiciste, te creo.
— Es que esto no tiene sentido...
— No... En verdad no lo tiene... ¿Recuerdas qué decían los antiguos?
— Sí... Qué para cuando seamos encontrados, nuestra destrucción será irremediable...
— Amor mío... — Liz toma las manos de Hans entre la suyas.
— No te asustes querida... Jamás dejaría que algo malo te pasara... Primero arrasaría con todo este mundo y te construiría otro sólo para ti...

Sus miradas envolvían ternura, era el momento propicio para un beso, pero esa extraña sensación los embargó a ambos por igual. Ahora sus miradas eran de desconcierto. Rápida, pero disimuladamente empiezan a observar a todos en el restaurante. El maître se acerca a su mesa y se dirige a Hans.

— Disculpe señor. Hay una señorita que "exige" verlo.

Hans no supo que decir. Liz se hallaba aún más extrañada. Ambos miraron hacia la entrada y una joven rubicunda los observaba. Era ella. De ella provino el reconocimiento que ambos sintieron. Hans le pide al maître que la haga llegar a su mesa y éste acata cortésmente. Al cabo de unos segundos, la extraña estaba delante de Hans y Liz.

— Tome asiento por favor señorita... — dijo Hans —. Acompáñenos por favor.
— Gracias...
— No... a usted por agraciarnos con su belleza.

Liz miró fijamente a Hans mostrando su obvio desagrado por el halago a la extraña, mientras que la rubia se sentó junto a ellos, sintiendo como la mirada de Liz la escudriñaba en cada centímetro de su ser. De pronto sintió un pequeño malestar en su cabeza y se dirigió a Hans:

— Por favor Sr. Müller, no haga eso... Ya su enemigo hizo lo mismo y no me agradó.
— Discúlpame... Entenderás que tu presencia es completamente nueva para mí.
— Lo entiendo... y es por mi situación que lo he venido a buscar.
— Vaya. Esto sí que es novedoso... ¿Y tiene nombre señorita...?
— Abril... Abril Phillips.
—Muy bien fräulein Abril ¿En qué puedo servirte?
— Deseo unirme a su clan.
— ¡Ah! Veo que tenemos a alguien que nos conoce Liz... — Liz no apartaba la vista de Abril mientras escuchaba la voz socarrona de Hans — ¿Y se puede saber por qué no aceptó estar con los dragones señorita Abril?
— Por él... No quiero ser esclava de él.
— Debo suponer entonces — continuó Hans —, que "él" debe ser quien la despertó... ¿verdad?
— Así es.
— ¿Y se puede saber quién fue? Digo..., por un acto de simple curiosidad...
— El otro líder.
— ¿Larn?
— Sí...

Hans soltó una estruendosa carcajada, ante el asombro de Abril, de Liz y de todos los asistentes en el restaurante. Su risa era sincera y alegre, que no presentaba visos de detenerse, al punto que tuvo que beber agua para calmarse un poco.

— Ayyy... Disculpen bellas damas... Es que... Es que me es tan irónico que Larn te haya dejado ir así nada más... ¡Y conmigo!... Y con todo lo que está pasando y que imagino está al tanto... Ah... — Hans respira para tomar una pausa —. En fin. Perdóneme bella Abril pero ahora no tengo tiempo de instruirla del todo... aunque noto que ya está un poco al tanto de la sociedad ácrata... pero Liz gustosamente puede ser su mentor — Liz abrió los ojos y miró a Hans en plan de reproche —. No... No le haga caso a Liz, que sé que con gusto la entrenará... Aunque lamento informarle de antemano que debido a su reciente despertar no podrá alcanzar un nivel muy alto... eso se gana con el tiempo... con mucho tiempo... y también lamento informarle que le será insuficiente para matar a Larn... no sólo por nivel, sino porque Liz no la entrenará para ello. Liz lo quiere mucho y en el fondo jamás dejaría que algo malo le pasara... ni a él, ni a mí. — Abril miró a Liz quien se hallaba totalmente sonrojada por las palabras de Hans —. No me malentienda... Ella tiene un corazón inmenso... Nos ama a todos. Pero más a mí, y con eso me basta.

— Pero señor Müller... — interrumpió Abril.
— No por favor, dígame Hans...
— Hans... Si lo vine a buscar es porque quiero acabar con ese tipo. No sabe lo pretencioso, arrogante e insultante que es...
— No prosiga por favor Abril, que si cree que Larn es una mala persona entonces vino al lugar equivocado, porque yo fui su mentor y yo definitivamente soy peor que él. — Abril se quedó callada ante esas palabras — Y si ahora somos enemigos es por pecados mutuos que no nos pudimos, ni supimos superar... En fin. Liz, amor mío, nuestra velada ya ha terminado sin querer así que llevaremos a la señorita Abril a casa y te pido por favor empieces a entrenarla mañana temprano...
— Pero... la oficina...
— No te preocupes... ahora hay cosas más importantes que resolver, y eso tú lo sabes.

Liz se quedó callada. Abril entendió su mala decisión de haberlos interrumpidos así. Hans se incorporó y retiró las sillas de sus acompañantes y juntos los tres, salieron del establecimiento. El valet trajo el auto de Hans y éste las hizo subir. Al cabo de media hora ya se encontraban en una mansión de amplio jardín externo y fuertemente resguarda. Al llegar a la puerta el mayordomo salió a recibirlos y sin inmutarse le preguntó a Hans:

— ¿Invitados hoy señor?
— Sí John... y por tiempo indefinido.
— ¿Ubico a la señorita en el ala izquierda o...?
— Ala derecha.
— Como desee señor. — luego, se dirigió hacia Abril — ¿Equipaje señorita?
— No... No tengo... Lo dejé en...
— Calma John... La señorita Abril es mi invitada. Y por favor, que mañana la lleven a la ciudad a comprarse ropa y todo lo que necesite, y también a que recoja sus cosas.
— Como desee señor. — respondió el criado.

Abril se sentía un poco incómoda por todo el protocolo, pero su incomodidad se volvió asombro cuando ingresó a la mansión. Era la primera vez que entraba en una de ellas. Todo el lujo..., la opulencia..., simplemente, se sentía como en otro mundo.

— Cierra la boca... — le susurró Liz. Abril se enrojeció y siguió a Hans y Liz hasta un despacho. Una vez allí, Hans tomó asiento y se sirvió un vaso de whiskey.
— A ver, fräulein... Antes de que vaya a sus aposentos permítanos escuchar su historia. Todo sobre su vida... y en particular cómo pasó de high a ácrata.

Liz tomó asiento también mientras Abril se quedó en pie y empezó su relato. Su vida en Arizona, su labor de periodista, su encuentro con Adam, luego con Iván y posteriormente con Larn y Hiro. Una vez concluido, Hans, que ya iba por su sexto vaso de whiskey, miró a Abril fijamente y se quedaron así, en silencio, por unos minutos.

— Bueno amor... — dijo Hans rompiendo el silencio — ¿Qué opinas de todo lo que nos ha contado Abril?
— Pues que a Larn aún no se le quita lo radical en algunas decisiones suyas...
— No amor... No me hables de tu ex jefe... Sino de que haya permitido que venga hacia nosotros sin más ni más.
— Pues me parece obvio... ¿A ti no?
— ¡Oh Dios! ¡Tengo miles de años a cuestas y aun no entiendo mi lado femenino! Es obvio que te lo pregunto porque para mí es un misterio...
— Es que eres un veterano idiota... — Abril los escuchaba sin moverse.
— Entonces... ¿Qué he obviado Liz?
— A Savage...
— ¿Adam? ¿Qué tiene que ver el payaso ése? — Abril empezó a enrojecer, pues ya se imaginaba lo que Liz diría.
— Pues que Adam está enamorado de ella. Sabes que Larn lo quiere como si fuera su hijo y jamás se negaría ante un pedido suyo...
— Pero le disparó...
— Porque no tenía más salida Hans... ¿O acaso quieres aparecer en el show de Letterman diciendo "Tengo miles de años y soy un ente financiero dominante del mundo y no tuve nada que ver con Watergate"?
— Sí... Eso es cierto. Y es algo que tendrá que cumplir desde ahora Abril: la más absoluta reserva sobre su nueva condición.
— Sí... soy consciente de ello.
— Y si estás buscando venganza por lo que te hizo Larn... — interrumpe Liz —, entonces mejor retírate. Porque si bien nos hemos enfrentado y aún lo hacemos, nuestras bajas pasiones ya quedaron de lado hace mucho tiempo. Nuestra motivación es más trascendente.
— Pero ese ruso buscó a Adam para vengarse... — comentó Abril.
— Iván es un idiota de primera... — dijo Hans — Y si por mí fuera ya lo habría matado porque sólo nos causa problemas...no graves, pero problemas. Lamentablemente pertenece a mi clan y eso me ha frenado de hacerlo. Si Larn lo hubiera hecho por mí, le habría mandado toda mi mejor cava en agradecimiento.
— Pero... — interrumpe Abril.
Fräulein... — continuó Hans —, como en todo grupo social tenemos nuestras propias divergencias internas. Por eso hay dos facciones. Dos líderes para cada parte. Dos "vigilantes" por así decirlo, del buen comportamiento de nuestros "agremiados". Si me hubiera enterado que Iván fue a buscarle camorra a Adam yo mismo lo hubiera detenido y golpeado hasta la saciedad. Aquí no existe alianza incondicional ni mucho menos. Si algún ácrata hace algo indebido su clan está en la obligación de detenerlo... eliminarlo incluso. Y si no he eliminado a Iván antes es que es una de mis mejores cartas de reserva ante una posible guerra de clanes, la cual parece haberse desatado ya... ¿Entiende? — Abril se quedó en silencio.
— Mire Abril — prosiguió Liz —. Entre nosotros no hay buenos ni malos. Sólo existimos. Nada más. Pero entiendo su orgullo y su malestar. Será entrenada bajo el clan del Tigre ya que el propio líder lo ha pedido y porque usted misma lo ha buscado para ello, pero por favor, no busque matar Dragones...
— Entiendo.
— Entonces Abril... — continuó Hans — Es todo por hoy... vaya a descansar. Liz la guiará hasta su habitación y mañana saldrá a la ciudad. A su regreso iniciará su entrenamiento.
— Gracias.

Abril salió del despacho siguiendo a Liz, mientras Hans seguía sentado bebiendo whiskey. Luego de unos minutos, Abril cerraba la puerta del dormitorio y sólo atinó a echarse en la cama boca arriba, sin desear dormir... sólo preguntándose si había tomado la decisión correcta.

Al otro lado de la mansión, alguien hacía una llamada en voz muy baja... informando de todo lo sucedido.

[ Continuará ]

© Ͼʜʀɪʂᴛɪᴀɴ 木下

┤Lima/Perú • 1998├

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