«El vinilo empieza a arremolinarse con monótona secuencia mientras la aguja empieza a emitir ese riff que desgarra: marca registrada de Blue Boy King. Los hielos empiezan a zambullirse en ese maná color ámbar que la madera de roble acunó a través de los años. La calidez del humo se pasea horondo entre mis alveolos y ya olvidé si exhalo sueños rotos, suspiros firmados con el nombre de una diosa escarlata o un burdo veneno propio de un envejecido demonio. He preparado la carnada: extraje toda su ennegrecida esencia y en una humilde y sencilla taza la dejo entibiarse en la mesa de centro que divide su silla de la mía; y aguardo. Aguardo lo que tenga que ser necesario. Sólo por ella mi paciencia puede llegar a tanto. Después de tres canciones e igual número de vasos finalmente arribó, aunque el café, ya se está enfriando.

Hola, nene.
Hola, preciosa. 
Perdona la tardanza.
Sólo a ti puedo perdonarla ¿Tuviste problemas?
Los de siempre… Ya sabes… Es difícil poder venir a verte… — me respondió con soltura, acomodándose oronda en su silla mientras daba el primer sorbo al café.  — Cuando me dijiste que estabas proscrito siempre pensé que exagerabas, pero ahora ya puedo confirmarlo.
Lo sé, y por eso no puedo reclamarte nada. Y dime ¿Cómo va todo por allá? 
Aburrida. ¡No sabes lo exasperante que es…!
Pero no puedes quejarte… — le menciono con picardía.
¡Obvio que no! ¡Terminaría igual que tú! Aunque…
¿Aunque…?
Podría quedarme contigo y molestarte el resto de la eternidad… — me dijo con esa sorna tan suya en sus ojos saltones.
Mon Dieu! ¡Por supuesto que no! Ya suficientes penitencias me esperan para agregarle una más… además, ya debes estar jodiendo a varios cada día… — Su carcajada resonó por toda la habitación.
¡Serás de cabrón y desgraciado…! — me espetó sin dejar de reírse.
Pero así me quieres… — acoté con frescura.
Sí… Y te aprovechas, carajo. Además, no me queda de otra, tampoco: es el problema de tener un gemelo malvado. — Por inercia se lleva un cigarrillo a la boca y antes de que pueda ofrecerle encenderlo, ella ya lo hizo por su cuenta. 
¿No te han quitado el hábito de fumar? — pregunté mientras emanaba el humo azulado desde mi interior.
Lo intentaron, nene, pero ya me conoces… — y la carcajada esta vez salió de ambas bocas. — Además, tú posees más vicios que yo, así que no me digas nada. — La risa regresaba a nosotros, como siempre. Una vez cesó, me quedó mirando en silencio.
¿Qué? —pregunté algo extrañado.
Extrañaba esto ¡Nos debemos tantos cafés…!, pero veo que tú te estás divirtiendo más. Anda, comparte… — y me hizo la señal de querer probar algo de alcohol.
No way, darling! — y moví el vaso hacia mi hombro —. ¿Quieres aumentarle eones a mi condena? — y ella infló los cachetes como la niña engreída que solía ser a veces, cruzando los brazos.
¡Malo…! — respondió con la palaba arrastrada entre los dientes. Era yo quien extrañaba eso de ella, pero no se lo iba a decir —. Ah, pero si yo me llamara… 
Hey! — repliqué señalándole con el índice —. ¡Eso es jugar sucio!
No puedo creer que todavía…
Lo sé, soy un imbécil.
Pues fíjate que en el camino vi a alguien con quien…
¡Joder! — ahora era mi carcajada la que inundaba la habitación, contagiándose en ella — ¿Todavía andas de Celestina?
¿Qué? —me refutó arrastrando los dientes otra vez —. Es mi sagrado deber como hermana, ya te lo había dicho.
No piensas darte por vencida hasta verme con alguien ¿Verdad?
Nunca, darling. — respondió, abriendo con picardía sus ojos mientras daba otra bocanada. 
Odiosa.
Mentira: me adoras. — retrucó con ese desparpajo tan de ella. — Además, podrás seguir muy grumpy con el mundo entero, hermanito, pero conmigo, no te queda.

Y empezamos con la habitual homilía, de yo escuchar todo lo que me quería contar y me entretenía siempre la vehemencia con que lo hacía. Como niña con juguete nuevo, me contaba a quienes había conocido y todo lo que ahora ha aprendido. También extrañaba eso… hasta que el tiempo, siempre cruel, se impuso en nuestra tertulia: vienen por ella, indicándonos que el tiempo de visita finalizó. Ella apura en terminarse el café y apaga de mala gana su cigarrillo.

Bueno, nene… Tengo que partir…  — empezó a levantarse y yo a imitarla.
Lo sé, pero también sé que nos veremos pronto, sister.
No de la forma que te imaginas, y por mí, pasará mucho antes que eso suceda… — antes que pudiera refutarle, sentí la calidez de sus brazos a mi alrededor y luego mi rostro entre sus maternales manos, con esa condescendencia que se despliega a un niño entristecido — …así que… jódete. — me dijo con picardía, haciéndome reír una vez más.

Con el desprecio en la mirada hacia mí por parte de su escolta, partió, dejándome el anhelo de nuestro reencuentro. Olvidé contarle de ciertos discos y algunos libros que me llegaron, pero todavía nos quedan eternidades para contarnos todo. Seguimos ambos rehusándonos al mutuo olvido. Ahora debo buscar un nuevo soborno para su custodio: no es fácil pactar reunión entre un ángel fuera del cielo y un demonio en su propio infierno. Todo sea, por retomar ese café que siempre juramos debernos.»

— B / Esᴇ ᴄᴀғᴇ́ ᴏ̨ᴜᴇ ɴᴏs ᴅᴇʙᴇᴍᴏs —
         ┤Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ├

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
┤Lima/Perú • 11/dic./2021├




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