No puedo despedirte, porque nunca te fuiste. No puedo decirle adiós al trino de tu voz, cuando es el único sonido que da validez a los cursis y ridículos textos de este vampiro gruñón. No puedo sentir lejana tu carcajada, si retumba fuerte y desbordante de vitalidad en cada anécdota que esta vetusta memoria evoca con buena gana. ¿Cómo podría sentirte distante, si estás siempre cercana? ¿Cómo separarme de esta hermandad que la providencia juntó sin más y nos bautizamos de gemelos proscritos y heraldos de divertida maldad? Mi boca no puede, pues, decir que has marchado, si en cada café negro te haces presente y en todo verso tuyo se refleja tu capacidad de mujer inteligente. No puedo ignorar estructuras y métricas sin no verte dedicada como niña aplicada en la escuela, contando sílabas y con la perlada sonrisa completa una vez que lograbas la meta. Ni siquiera se han de escapar mis miradas perdidas, que lejos de saberte tras el horizonte te sienten dando ése cálido respaldo, dándome esa valía que sólo tú en mí veías. No puedo extrañarte si no dejo de pensarte. No puedo sentirte remota, si cada día me acerco más. Lo lamento: no puedo despedirte, porque siempre estarás en alguna película, entre una canción, detrás de las esquinas, a través de la tinta o en una valiente margarita, retando con entereza —así como tú—, al más fiero de los climas.

— B / Esᴇ ᴄᴀғᴇ́ ᴏ̨ᴜᴇ ɴᴏs ᴅᴇʙᴇᴍᴏs —
  Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ / Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ

┤Lima/Perú • 11/ene./2022├



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