El vapor de la taza recién servida me acaricia, llevando mi vista hacia su contenido, mientras con tu voz, la frase “Negro y sin azúcar, como tu alma”, resuena en mi cabeza…, y sonrío. Era habitual oírte decirla cuando departíamos de este ancestral brebaje del cual siempre enarbolamos públicamente, orgullosos y descarados, nuestra adicción. No podíamos – siempre lo dijimos – concebir la vida sin él, y todo pretexto es bienvenido para mimar al paladar con su divina oscuridad: si hay frío, si hay mucho trabajo, si hay una buena tertulia, disfrutando de una película o simplemente leyendo en la cama. Hoy, no me das un pretexto, pero sí un buen motivo: recordar tu presencia, aunque tu cuerpo se haya ido. No, la vida no existe sin un buen café (y otros vicios), y la muerte tampoco. Si acaso hubiera castigo divino a los pecados cometidos, para ti y para mí esa condena implicaría la ausencia de cafeína. Y vuelo a sonreír, imaginándote reclamar al celestial barista la dosis diaria para hacer la eternidad más llevadera y menos aburrida. Los sorbos me traen también tus carcajadas, estruendosas y honestas, decoradas con tu mirada saltona, especialmente cuando dabas la excusa perfecta para tus desastrosos consejos amorosos de los cuales, yo más idiota que cualquiera, seguía sin ponerle algún “pero”, aunque acabara al final lanzando mil y un improperios. Invoco otros vapores, de otro vicio compartido, y en las volutas de humo la memoria me trae tu amor por el cine y los cuentos de miedo, por tu lectura insaciable e incansable, sea de prosas o de versos. Un remordimiento se escapa entre la artificial nube que produce mi rostro: debí dejarte leer todos mis desvariados textos. Me pregunto con otro ennegrecido sorbo si también nos extrañarás o simplemente te encuentras en inacabable solaz, paseando por un interminable campo de margaritas iluminado por un inamovible ocaso. Me pregunto si me mostrarán piedad y podré visitarte un instante, antes de mi perpetuo destierro en los infiernos. Sé que me bastaría verte un instante, a lo lejos, exudante de felicidad, paz y calma, dones que tantas veces se nos negó en reinos terrenos; y con esa idea sonrío una vez más mientras doy el último sorbo, un sorbo que me recuerda que seguiré con el ánimo negro, sin dulzura, como de seguro me dirás burlona, el día que nos cobremos uno de los tantos cafés que nos debemos.

— B / Esᴇ ᴄᴀғᴇ́ ᴏ̨ᴜᴇ ɴᴏs ᴅᴇʙᴇᴍᴏs —
┤Ͼʜʀɪʂᴛᴏᴘʜᴇʀ Ɖʀᴀᴋᴇ / Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ├

┤Lima/Perú • 11/feb./2022├



Comentarios

Entradas populares