[ Azrael ]

(Capítulo 3)


«La espada de Azrael se materializó en el momento exacto, bloqueando el ataque de Miguel, pero por la furia del ataque, el arcángel de la muerte tuvo que asentar las piernas sobre el suelo para no ceder, mientras las alas de Miguel  se batían en reversa, retrocediendo por la fuerza del bloqueo y con la sorpresa dibujada en el rostro ante el arma invocada y que hasta ese momento, le era completamente desconocida.

¡¿Pero qué es eso?! – Exclamó sorprendida Uriel. – ¡Nunca antes había visto arma semejante!
Parece ser que Azra consiguió nuevo juguete. Quizás con ello atacó a Madre y cometió pecado. – replicaba con calma Ariel. – A lo mejor eso de ser portador de la Muerte se lo tomó muy a pecho como el Primer Lucero…
¡Imposible! – fue la queja sentida de Samuel  – ¡Azra no es así!
Tu cariño a todos te enceguece hermana – decía la voz de Rafael, que se había mantenido callado hasta entonces. – Mira los restos de querubines que ha dejado el de alas oscuras a su paso. No ha tenido miramiento alguno en ejercer su mortal labor.

Samuel calló, mientras un nuevo golpe de espadas atrapaba las miradas del informal concilio angelical, que atestiguaba a muy prudente distancia la batalla. Miguel había vuelto a embestir, pero Azrael había bloqueado el ataque nuevamente.

Me alegra encontrarles hermanos. – Era Metatrón, que llegaba con el rostro perfectamente acongojado. – Imagino que al igual que yo pidieron no levantar su mano contra Azra.
Samuel lo pidió también – respondió Uriel sin dejar de mirar a los contendientes –, pero a nosotros se nos ordenó no atacarlo, a diferencia de Miguel. No me imaginaba que el nuevo pecador haya querido sublevarse contra la Todopoderosa…
No fue así… – replicó Metatrón.
Yo sabía que no…  – empezaba a decir Samuel.
Calla hermana – interrumpió Rafael de manera perfecta, sin alteración alguna –. Dinos que pasó Met…

Miguel cambiaba ahora de estrategia. Empezaba a lanzarle ataques de energía a Azrael, quien los desviaba tan rápido como podía, sin dejar su guardia abajo. Y la acción se repetía vez tras vez, como un baile bien aprendido y aburrido.

No lo sé – respondió Metatrón. – En un momento estaba al lado de Azra mientras iniciaba su entrevista con el Verbo y luego recuerdo estar repitiendo la orden de expulsión.

Todos guardaron silencio, mientras los otros dos arcángeles continuaban en la misma danza de ataques y bloqueos.

Esto es muy raro… – mencionó Uriel.
Así es – sentenció Rafael –. Hasta ahora sólo Miguel ataca, y Azrael bloquea o desvía. No entiendo que intenta el Oscuro…
A menos que… – continuó Uriel…
¿Qué cosa? – inquirió Samuel.
A menos que Azra – respondió Rafael – esté cansando a Miguel, para…
Esperen…. ¿Están viendo lo mismo que yo? – exclamó Ariel, con perfecta voz de sorpresa.

Azrael dio unos pasos hacia atrás y su espada de hoja perfecta que emitía un aura tan oscura como la de su portador se desvaneció.  Con su telekinesis angelical retomó la espada de rigor que había abandonado al inicio de la pelea y volvió a tomar posición defensiva. Miguel, irritado por lo que consideraba una burla y una ofensa, se abalanzó furioso hacia Azrael, quien con un movimiento rápido de su arma desvió la punta de la espada de luz de Miguel que apuntaba hacia su pecho, para soltar su arma de reglamento e inmediatamente asir con su mano izquierda la hoja de la lumínica espada y con su mano derecha, ahora libre por soltar el arma, dispararle un ataque de energía hacia el rostro de Miguel, quien salió disparado por el golpe para caer unos metros lejos de Azrael. Unas gotas de sangre brotaban de la mano izquierda del Oscuro, mientras un hilo de sangre brotaba de la comisura de los labios de Miguel. Azrael lanzó un grito de guerra, portando ahora la espada de luz de Miguel y se abalanzó en un ataqué rápido. Samuel se tapó los ojos. Metatrón desvió la mirada, pero los demás seguían la acción atentos. Miguel cerró los ojos, y apretó los dientes. El filo de su espada de luz acariciaba su cuello. Un segundo después Miguel abrió los ojos y su mirada se clavó en los ojos de color negro perfecto de Azrael, quien sonreía de manera perfectamente aterradora, sosteniendo la espada de propiedad de Miguel sobre el cuello de éste.

Dile a nuestra Madre que no eras tú mi objetivo, y mi vida se le ofrendará por otras manos, pero no por las tuyas, “hermano”. – fue la voz del ángel de la Muerte, ante el derrotado Miguel, para luego alejarse y lanzar la espada de luz con fuerza, que terminó clavada en el suelo a una pulgada cerca del rostro de Miguel. 

Azrael dio la espalda y empezó a caminar hacia las puertas de la Ciudad De Plata. Más luego de avanzar unos metros un golpe seco se oyó. Miguel había recuperado su espada y había volado en un ataque hacia Azrael, pero la lanza de Rafael detuvo el embiste a un metro de las espaldas del ángel de alas negras.

¡No interfieras Rafael! – chilló de manera perfecta Miguel.
No deshonres tu posición Miguel… – respondió Rafael, sin dejar de trabar el ataque de Miguel – No nos deshonres.
Gracias Rafael. – mencionó Azrael mientras seguía caminando hacia su destino.
Lárgate Oscuro, o seré yo quien clave la lanza en tu cuerpo. – refunfuñó Rafael de manera perfecta.
Lo sé. – dijo Azrael sin detener su andar y dejando huellas de sangre tras sus pasos.
Rafael ¡Madre sabrá de esto!
Ya lo sabe Miguel. Ella misma me ordenó intervenir si no podías matarle.

Miguel no sabía si llorar o gritar. Nuevamente por debajo del nivel de Azrael. Nuevamente sin que Madre confiara en él a plenitud. Él, que la amaba tanto. Él que le es siempre fiel. Él, que ha matado en su nombre… y ahora, no tenía oportunidad de redimirse ante Ella.

Ella debería expulsarme también, Rafael… ya no soy digno… – empezó a sollozar Miguel.
No blasfemes hermano. Si no te amara, no habría pedido que velara por tu vida.

Las palabras de Rafael, apaciguaron a Miguel, quien cayó de rodillas y empezó a llorar con lágrimas, de forma perfecta, mientras los demás arcángeles se le acercaban para reconfortarle.

Ningún ángel ni coro ni querubín se atrevió a interponerse en el camino de Azrael, quien caminaba lento y cabizbajo, disimulando el cansancio que le había proferido bloquear los fuertes ataques de Miguel, y aunque los había bloqueado todos, le había costado cierto trabajo. Empezó a rememorar todo lo acontecido: cuando bloqueó la espada de luz de Miguel al inicio, se percató que la espada había sido modificada. Ya antes la había enfrentado cuando a Miguel le dio un berrinche por no ser él quien tuviera que encerrar a Luzbel. Esa vez el poder de la espada era menor que hoy, y las espadas no crecen en poder porque sí, a menos que Ella lo haya dispuesto. Así, al bloquear el primer ataque era obvio que Madre se estaba divirtiendo. Espada de luz reforzada contra la espada asesina que le acababa de dar. Su juego. Su maldito e incompresible juego otra vez. Por eso la mejor estrategia era medir la fuerza de la espada a través de bloqueos, porque Miguel, líder de los ejércitos celestiales, nunca se ha medido en atacar primero en Su Divino Nombre. Un impulso que bien medido y manejado, iba a terminar cansándolo. Cada ataque le proveía de nueva información, y tristemente pudo darse cuenta que su espada oscura era mejor, y si se hubiera dejado llevar también por el pecado de la Ira, hubiera asesinado a Miguel en dos movimientos. ¿Eso quería Ella? ¿Qué matara a Miguel? ¿Tan poca cosa le son sus creaciones? ¿Si mataba a Miguel hubiera sido más pecador que Luzbel?  ¿Era un pretexto para que le mataran sus hermanos? ¿En verdad era su deseo que matara a Luzbel? Sólo había una forma de averiguarlo, y era ir al Inframundo para averiguarlo.

Azrael detuvo sus pasos. Había llegado a las puertas de la Ciudad De Plata, y sabía también quién estaba al frente obstruyendo su paso. No quería levantar la mirada.

Azra… ¿Por qué…?  – Azrael no respondía, pero tampoco se movía. – Lo hubiera esperado de otro…  pero no de ti… Sé que Ella confiaba en ti. Todos lo sabíamos, junto con Metatrón y Luzbel han sido sus más cercanos… ¿Por qué? – las palabras de Samuel se mezclaban con sollozos, de manera perfecta – ¿Por qué…? .
¿Confías en mí, Samuel?
Sí…
Entonces déjame confiarte esto: Todo lo que ha sucedido y suceda a partir de ahora, es su divina voluntad… y será también la mía.

Azrael invocó su nueva espada y la levantó. Samuel le miró incrédula mientras con un movimiento de la muñeca, giró la hoja hacia su espalda e hizo un corte perfecto, cayendo sus alas negras sobre el suelo, que ya no era perfectamente prístino, pues la sangre del Oscuro empezó a mancillarlo. Samuel corrió a abrazarlo y con sus angelicales manos, las heridas en la espalda empezaron a cicatrizar, mientras Azrael besaba los cabellos de su amada Samuel. Tras un par de segundos, la espada negra se desvaneció y Azrael prosiguió su camino, sin mirar atrás, cruzando las puertas divinas con dirección al Inframundo. No vio que Samuel se quedó quieta, viéndolo descender hasta que se perdiera de su vista. No vio que ella recogió sus alas negras, y las guardó en secreto, lejos de sus hermanos, y de toda la creación, y las ha mantenido ocultas desde entonces. Hasta en los Cielos, pueden existir los secretos.

Mientras tanto, Gabriel, alejado de todo lo sucedido, se retiraba del Inframundo después de cumplir con su trabajo, entregando el divino mensaje a un destinatario que empezaba a reír con aterradora y perfecta carcajada:

¡Y luego dicen que soy yo el Maligno! – gritaba Luzbel  eufórico. – ¡Que vengan todos los príncipes y generales del averno! ¡Estaremos de fiesta! Tantos eones aburrido y al fin algo de emoción a todo esto… – suspiró y se sentó en su trono de comodidad perfecta, mientras pedía llenen su copa de vino… – Serás más que bienvenido, querido Azra… »

[ Continuará ]

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 21/mayo/2018



Comentarios

Entradas populares