[ Azrael ]

(Capítulo 7 • Final)


«La grabadora se detuvo al acabarse la cinta, haciendo un sonido seco en la habitación. Isabella encendía un cigarrillo. En todos sus años de ejercer la psiquiatría nunca había visto un caso igual. Su cabeza le recordaba que el cerebro humano es capaz de una inventiva asombrosa, y que sus desviaciones tenían formas ilimitadas y con posibilidades aún por descubrir. Pero esto, era casi inaudito. A la segunda bocanada sentía que una nueva tesis para su postgrado había llegado a ella, de la manera más escalofriante y aterradora posible. Y sonrío, de manera casi perfecta, mientras el reo seguía esposado tras el espejo en la sala de interrogatorios, mirando hacia su dirección, como si supiera que estaba allí.

¿Cuál es su opinión doctora? – preguntó el agente federal encargado, una vez que el preso estuvo a solas.
Es claro que sufre de un trastorno disociativo con la realidad y de personalidad. La forma del tono de su voz, me lo confirma. Algo de megalomanía y delirio, además de esquizofrenia…
En buen cristiano, un loco sin remedio. – Isabella daba la cuarta bocanada mientras regalaba una sonrisa partida.
Si así de fácil fuera definir la psiquis humana, agente Lambert.
No me malinterprete, Dra. Star, pero en mi trabajo, o son locos o no. Sólo que aún usted no me ha dicho lo que necesito oír.
¿Y qué necesita, agente?
Que me explique cómo carajos éste sujeto asesina una pandilla, no opone resistencia al arresto de la policía… ¡Y pide que le lleven con usted! – Isabella oía a Lambert, pero sus ojos seguían clavados en los del sujeto, que tampoco bajaba la mirada.
¿Qué le puedo decir, agente? Quizás vio muchas veces “El silencio de los corderos”
¡No se pase de lista!
No lo hago.
Le pondré vigilancia mientras descubrimos quién es y qué desea…
No lo necesito…  – respondía Isabella mientras apagaba su cigarrillo.
No le estoy preguntando, doctora. – Isabella encendía otro cigarrillo:
Gracias… ¿Puedo pedirle algo, agente Lambert?
Dígame.
¿Puede enviarme una copia de la grabación a mi oficina?
Mmmm… Claro. No veo inconveniente.
Gracias nuevamente.

Lambert procedió a retirarse, pero Isabella siguió sentada, mirando a éste hombre de mente trastornada que por ningún segundo le quitaba la mirada, que había asesinado y que había pedido verla. Eso hubiera aterrorizado a cualquiera, pero no a ella. Isabella le miró atentamente: su postura era tan sorprendente como el relato que acaba de ser grabado. No pestañeaba. No se movía. Incluso se preguntaba si acaso respiraba. Después de casi media hora observando a su nuevo sujeto de estudio, cogió su bolso y partió hacia su trabajo.

Ya en el trabajo, Isabella prosiguió con su rutina, y tuvo que esforzarse mucho en atender las sesiones de sus pacientes, mientras su mente seguía recordando los ojos del asesino aquél. Una vez terminada la última sesión, su secretaria le alcanzó dos sobres, y se retiró. El primero contenía los resultados médicos que acababa de hacerse: objeto aparentemente caliciforme en el seno izquierdo, ubicado cerca del corazón. “Carajo” se dijo para sí misma. Recomendación médica: riesgo de tumoración y operación extractiva a la brevedad posible. Encendió otro cigarrillo y suspiró.

Bueno… – se dijo para sí misma –. Voy a cumplir cincuenta en perfecta soltería, así que  veremos qué pasa…, que bien vividos los he tenido…  

Se sirvió un whisky y procedió a abrir el otro sobre. Era del FBI. Inmediatamente buscó de entre los cajones de su escritorio y sacó su grabadora personal. Abrió el sobre y extrajo la cinta, para colocarla y reproducirla inmediatamente: – “¿No tiene inconvenientes en que grabemos su  testimonio?” – luego, un sepulcral silencio. Isabella no recordaba que el reo haya aprobado o no la grabación. – “Procedamos entonces… Cuéntenos lo que pasó…” – y luego silencio… y más silencio… ¡Sólo silencio! Isabella no daba crédito. ¿Era acaso una alguna broma de mal gusto del agente Lambert? Adelantaba la cinta y la retrocedía… ¡Y nada! Isabella empezó a maldecir como nunca y levantó el teléfono del escritorio para llamar a Lambert por burlarse de ella, más al levantar la vista, el auricular cayó de sus manos, y sólo podía oírse una cinta correr en silencio, y el sonido de la línea telefónica tras el auricular esperando ser discado… ¡Estaba allí frente a ella! ¡El asesino estaba ante ella! Isabella quiso gritar pero no pudo… no podía ni moverse, mientras el sujeto se aproximaba a ella lentamente. Isabella estaba paralizada, más no era sólo temor. Era algo más.

Perdón por haber tardado, bendita Itzel… – Isabella no daba crédito a lo que oía – Pero he venido a cumplir mi promesa. Hace unas horas te conté todo, para que recuerdes, como me lo pediste… y he venido a guiarte, después de buscarte por todos los mundos de ésta creación.  

Isabella empezó a sentir cómo sus piernas temblaban, más no caía. Escalofríos recorrían cada centímetro de su piel, y ella no podía hacer nada, excepto estar a merced de un psicópata, quien llevó su mano al busto derecho de Isabel y, como si ella se tratara de un cuerpo coloide, la mano del asesino ingresó a su cuerpo. Pudo sentir la calidez de esa mano dentro de ella, una calidez que brindaba una paz y calma que jamás hubo sentido. Sintió como los dedos del hombre asían algo dentro de ella, para posteriormente extraer el objeto caliciforme que mencionaban los análisis clínicos, mientras su cuerpo regresaba a su forma normal, sin herida o marca alguna.

¡Qué lista eres, querida! Siempre admiré tu inteligencia, bendita Itzabela…

Y el hombre presionó el objeto y una semilla apareció de su interior. Isabella, anonadada, recordó todo el relato previo. ¿Era esa la última semilla de Ariel? ¿En verdad el sujeto era Azrael, el ángel de la Muerte? Isabella sintió como recuperaba la movilidad y su ser, pero a diferencia de unos instantes, ya no temía, y no deseaba pedir ayuda, ni escapar.

¿Azrael…?  ¿Maestro Azra…? – Isabella se tapó la boca.
Ahhh… Veo que ya recuerdas, bendita. – Isabella a duras penas se acercó al diván donde solían estar sus pacientes y se sentó en él, mientras Azrael hurgaba en su bolso, para sacar un cigarrillo y encenderlo, y luego ofrecerle otro a Isabella. – No entiendo el gusto de los humanos por esto, si les produce la muerte…, aunque me hacen más fácil la labor… Pero no negaré que es entretenido. – Isabella aceptó el cigarrillo ofrecido y Azrael se sentó a su lado por unos minutos, ambos en silencio, hasta que Isabella, habló:
Voy a morir hoy… otra vez.
Así es, querida.  
Miguel…
Miguel ya no será problema, ni para ti, ni para nadie. – Itzel se quedó en silencio por un momento, tratando de entender esas palabras, pero prefirió no preguntar más sobre el tema. El Azrael que tenía al lado era el mismo, y distinto a la vez.
¿A dónde iré, Azra?
Conmigo. Iremos a buscar y guiar a todo el coro… a todos, como prometí. Una vez que hayamos acabado, buscarán a Samuel. Ella les dará absolución a sus almas para ir a Ehden.
No podemos estar allí… fuimos expulsados.
De la Ciudad De Plata, no del Ehden… Verás Itzel, descubrí hace eones que las almas buenas reposan allí, luego que Samuel las absuelve, y ningún juez de los infiernos ni ángel de los cielos puede retenerlos, porque nunca la desobedecieron. Siempre le fueron devotos a Madre… siempre le fueron leales… incluso a mí. No tienen culpa que pagar…  Además, yo estoy cumpliendo mi parte del trato, pero antes de ir conmigo, tú aún me debes algo.
Carajo, Azra, ya te pareces a tu hermano con eso de los tratos.
Vaya boca la tuya querida…
Es estar tanto tiempo entre humanos… no me culpes.
¿Estás lista, querida Itzel? – Itzel suspiró.
Lista.

Azrael hizo un movimiento de las manos y el cuerpo de Isabella cayó muerto, mientras Itzel se materializaba. Azrael tomó la mano derecha de Itzel, puso la semilla en su palma y la cerró. Besó su frente y se dirigió hacia la ventana.

No demores. Tenemos un coro que absolver. – y dicho esto, saltó.

Al día siguiente nadie pudo explicar la muerte de la Dra. Isabella Star ni de los agentes asesinados en una agencia del FBI. Ningún medio de prensa  tocó el tema, y mientras estuvo con vida, el agente Lambert guardó la caja del caso con la etiqueta “cold case”, obsesionado con atrapar al misterioso asesino de esa tarde de mayo.

***

Samuel regresaba a su austero y sagrado aposento después de mucho tiempo. Había pasado un siglo luego de aquella entrevista inusual con el espíritu de Itzel. Cerró las ventanas, y de un falso piso, sacó con cuidado un par de alas negras, sobre las cuales se recostó.  De una pequeña maceta sobre el piso había florecido una rosa de color negro perfecto. Rosa perfecta que sólo una semilla de Ariel podría conseguir. Samuel besó con delicadeza sus pétalos, con esos amorosos labios que únicamente el ángel de la Muerte alguna vez probó, y procedió a descansar, en su propio Paraíso, dentro de la Ciudad De Plata.»

[ Fin ]

© Lᴀʀɴ Sᴏʟᴏ
Lima/Perú • 23/mayo/2018






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